En la foto, Julio es el de la izquierda
En la década de los setenta, el boxeo profesional chileno vivía sus últimos años de gloria, con personajes que mantenían en alto la actividad, como Godfrey Stevens y el emergente Martín Vargas. Lo mismo ocurría a nivel amateur, gracias a los campeonatos nacionales, los torneos militares y los Guantes de Oro que promovía Televisión Nacional, con la participación de púgiles aficionados de diversas partes del país.
En el norte sorprendía la fuerza Y gallardía de un desconocido boxeador vallenarino por adopción llamado Julio Araya Vega, conocido en el ambiente deportivo como “Pan de Bollo”, un peso mediano ligero (77 kilos) que llegó desde Ovalle a la capital del Huasco en 1953, con solo 13 años de edad. Formaba parte de una familia compuesta por nueve hermanos: siete hombres y dos mujeres. Julio era el mayor de los varones.
“Una vez fue a mirar unas peleas se puso a conversar con el ´Chico´ Lira que en su juventud había sido boxeador (peso gallo) y, posteriormente, las oficiaba de árbitro y entrenador de boxeo. El lo invitó a atreverse a pelear”, comenta su hermano menor Sergio Paulo. En esa época “Pan de Bollo” no pasaba los 16 años.
Su primera confrontación fue ante “Lucho Chamonate”, a quien derrotó por K.O. en el primer round, lo que envalentonó su ánimo para seguir adelante, aprovechando su fuerte golpe con el puño derecho. Su segundo combate fue ante José Donoso, conocido como “El Carretonero”, al que también le ganó. Enseguida, vino el turno de Guido “Guatón” Donoso, un púgil de la población Carrera. Estas peleas se disputaron en el desaparecido fortín “Quintín Romero”, ubicado donde posteriormente fue construido el edificio de la Municipalidad de Vallenar, en la esquina frente a la Gobernación Provincial.
“Era un terreno rodeado por un muro de adobes. En su interior se levantó una tarima, a manera de ring, sobre unos viejos tambores y en un costado había una pequeña galería de madera. Así de rudimentario era el boxeo vallenarino en esos tiempos, pero había mucho entusiasmo”, agrega su hermano que también fue boxeador (disputó once peleas) y que actualmente, reside en el sector costero de Carrizal Bajo.
En una etapa de su vida, Julio decidió trasladarse a trabajar en la oficina salitrera Pedro de Valdivia, donde aprovechó de realizar unas peleas, lapso que coincidió con la selección de boxeadores amateur del norte para integrarlos al representativo nacional que competiría en los Cuartos Juegos Panamericano de Brasil del año 1961. Su cupo en la Roja lo consiguió en un Nacional efectuado en la capital.
Según la desaparecida revista deportiva “Gol y Gol”, Julio Araya tuvo una destacada participación en aquel torneo internacional, llegando a ganarle por puntos -entre otros- al argentino Natividad Uroma, una carta fuerte del pugilismo trasandino, llamando la atención de la prensa especializada que le brindó amplia cobertura a su destacada campaña.
Julio Araya también tuvo un paso por el recordado programa televisivo “Guantes de Oro”, a inicio de los años setenta, derrotando en una de sus tantas confrontaciones al peleador “Tevito” Miranda.
A lo largo de su carrera “Pan de Bollo” ganó 25 peleas por K.O y, por el contrario, nunca sufrió el karma de perder por el mismo castigo. ¿Por qué nunca fue profesional? “En esos años no había en Vallenar un promotor que lo manejara. Estoy seguro que habría llegado lejos”, asevera Sergio Araya.
El autor de estas líneas conoció personalmente a Julio cuando vivía -ya retirado del boxeo- junto a su esposa y sus hijos Enrique, Julio, Jeanette y Jacqueline en una vieja casona perteneciente a su suegra en la población Carrera, en la esquina norponiente de las calles Providencia y Antártica. En esos años se ganaba la vida como conductor de los buses que transportaba al personal de minas El Algarrobo.
Alrededor de 1974 decidió trasladarse a vivir a Brasil. Primero, se fue solo y un par de años después llevó a su familia. En el país de la samba falleció en 1992, a la edad de 52 años, como consecuencia de un accidente laboral mientras conducía una motoniveladora. “Estaba lloviendo, la máquina se volcó y le aplastó los riñones. Nunca se cuidó y a los dos años los tenía podridos y falleció, además que era muy bueno para la pinga brasileira (aguardiente)”, recordó finalmente su hermano menor.
POR SERGIO ZARRICUETA ASTORGA