Depresión post parto, el miedo a pedir ayuda cuando se es madre

Muchas mujeres ocultan sus síntomas para evitar ser tachadas como malas madres. Sin embargo, es fundamental que se realice un diagnóstico prematuro para acceder al tratamiento indicado, y que esto no afecte la salud y el bienestar de la madre y el recién nacido.

El embarazo y el parto conllevan una serie de cambios hormonales y de fuertes emociones; felicidad, ansiedad, entusiasmo, miedo. Sin embargo, esto podría derivar en una enfermedad que va más allá del agobio propio de una madre, la depresión post parto. De acuerdo a varios estudios realizados en Chile, la prevalencia de esta enfermedad va entre un 10% y un 20%, siendo mayor en los niveles socioeconómicos más bajos.

Lamentablemente, esta enfermedad puede no evaluarse o tratarse, aunque tiene importantes consecuencias para la mujer como para el recién nacido. “Existe el miedo a ser consideradas malas madres, lo que ayuda a que las mujeres tiendan a esconder o disimular síntomas, no los reconozcan como tal o, simplemente, lo atribuyan a la disforia post parto o baby blue, ese periodo de irritabilidad, ansiedad, llanto o insomnio que suelen vivir las primeras dos semanas del puerperio”, comenta Magdalena Galarce, médica de servicios clínicos y farmacéuticos de Farmacias Ahumada.

Sin embargo, y como lo constata la Clínica Mayo, esto no es una debilidad o un defecto de carácter por parte de la madre.  De acuerdo a Galarce, “las causas son desconocidas y puede presentarse en cualquier momento durante el primer año del bebé, aunque generalmente ocurre durante las primeras semanas. Algunos lo asocian con los cambios físicos y hormonales, más el estrés de hacerse cargo de una guagua, aunque se reconoce que mujeres que han sufrido de depresión anteriormente o durante el embarazo, o que han enfrentado algún estresor importante durante éste y hasta dificultades con la pareja, tienen más riesgo de desarrollarla. El antecedente de depresión anterior o alguna otra patología psiquiátrica es el factor de riesgo más importante”.

En este sentido, existe una incapacidad de disfrutar del proceso, especialmente con el recién nacido, de culpabilidad e -incluso- de arrepentimiento. Además, este estado afecta enormemente al bebé, pudiendo condicionar su desarrollo neurológico y psicosocial. “Como existe un desmedro en la interacción con el hijo o hija, puede existir un retraso en la adquisición del lenguaje o desarrollo psicomotor por la falta de estimulación. Se puede generar también un problema de apego e incluso, podría traer consecuencias al individuo en su infancia y adolescencia”, indica la facultativa.

¿Estás bien?

Desde el año 2000, Chile cuenta con el Programa Nacional para la Detección, Diagnóstico y Tratamiento Integral de la Depresión. Desde 2006, estos episodios son parte de las Garantías Explícitas en Salud (AUGE/GES). Y desde el 2009, cuando se institucionalizó el programa Chile Crece Contigo, se incluye una evaluación psicosocial de las embarazadas y madres de niños pequeños en los centros de atención primaria pública, para detectar factores de riesgo o el comienzo de los síntomas.

No obstante, para Galarce una parte importante del problema pasa por la normalización de los síntomas por parte de las madres o la vergüenza o el miedo que una “enfermedad mental” genera en nuestro país. “Se debe educar a los profesionales y las mujeres embarazadas que esta patología puede presentarse, cuáles son sus síntomas y la importancia de pedir ayuda a tiempo. El soporte de sus cercanos, el preguntarles cómo están y se sienten -más allá de la salud o el avance del bebé- y desestigmatizar la depresión, son claves para que muchas mujeres se atrevan a reconocer que necesitan ayuda”, sentencia la especialista.

Si síntomas como angustia, irritabilidad, pensamientos obsesivos con el bebé, llanto excesivo, dificultad para relacionarse con él, desesperanza, miedo a no ser una buena madre, desconcentración, insomnio o ansiedad persisten por más de dos semanas desde el nacimiento o aparecen a los meses de ocurrido, es necesario que se consulte con un especialista.

“Esta es una enfermedad que tiene tratamiento. Mujeres con depresión leve a moderada pueden tratarse con psicoterapia. Además, los medicamentos de primera línea para tratarla, en dosis terapéuticas, se traspasan en una cantidad casi indetectable a la leche materna, por lo que no observan efectos adversos en los niños. Las consecuencias de no tratar esta enfermedad en la mujer, el bebé y la familia pueden ser muy preocupantes. No podemos permitir que esta depresión afecte una de las etapas más lindas de la vida”, sentencia la facultativa.

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