¿Una imagen vale más que mil palabras?

Gabriel Canihuante, periodista, académico Universidad Central Región Coquimbo

Es conocido el adagio que afirma: “Una imagen vale más que…” y hay quien lo discute con fundadas razones, comenzando por observar que eso se dice con palabras, no con una imagen.

Durante la primera mitad del siglo XX se hizo primordial la palabra escrita e impresa, así se alfabetizó a gran parte de la población mundial y en particular a la chilena. De casi 50% en 1907 el analfabetismo se redujo a nivel nacional a 16,4 en 1960, una de las cifras más bajas en América Latina.

Esos niños, adolescentes y adultos aprendieron a leer y a escribir y, por lo tanto, a obtener gran parte de sus conocimientos a partir de palabras, con escaso apoyo de imágenes. La masificación del sistema escolar público hizo posible que Chile alcanzara, ya en el siglo XXI, una tasa de alfabetización del 98% en la población sobre los 15 años. Sin embargo, este dato oculta una triste realidad: la incapacidad para comprender lo que se lee o escucha. Un dato no menor: el 44,3% de los chilenos presenta analfabetismo funcional, son incapaces de entender instrucciones o textos simples.

En la educación actual,en todos los niveles, desde la prebásica a la superior, se ha incorporado con fuerza la educación digital, esto es, el empleo activo de las TICSs por parte de educadores y educandos. Esta tecnología ha facilitado la incorporación de las imágenes a gran parte de los contenidos que se transmiten a alumnos y estudiantes. Desde la proyección de ilustraciones de cuentos que se leen a los párvulos al empleo de imágenes aplicado al campo neurológico en diversas carreras de la salud.

Una imagen simple como la caperucita atravesando el bosque o una compleja placa de resonancia magnética con un tumor cerebral nunca serán suficientes por sí solas. El cuento de la niña tiene hoy otros finales y una junta médica se aconseja para tomar una decisión correcta cuando se trata de operar delicadas zonas del cuerpo humano.

Dejar atrás los abultados guarismos de analfabetismo funcional y digital requiere de un esfuerzo país, es decir, de un cambio de políticas públicas en aquello que se relaciona con la educación, no solo de niños y adolescentes, adscritos al sistema escolar, sino también de adultos que ya están fuera, por voluntad propia o no, de dicho sistema.

La aplicación sistemática, masificada, permanentemente actualizada y evaluada, de las imágenes -fijas y en movimiento- como apoyo y complemento de la educación letrada, textual, impresa o digital, será sin duda necesaria para que niños y adultos accedan a nuevos conocimientos, los que puedan integrar adecuadamente a sus oficios, profesiones o en la evolución de sus estudios.

Una imagen no necesariamente vale más que una palabra, puede valer tanto o más que ella. Y la palabra por sí sola, en la actualidad será siempre válida, en medio de un novela de Saramago, de un ensayo de Susan Sontag o en un ingenuo poema del niño dedicado a su madre. Palabra e imagen no se pelean una con la otra, se quieren, se buscan, se lían amparadas en la creatividad humana, se refuerzan en la necesidad de un mensaje, se enamoran en la eterna comunicación del ser.

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