Hugo Covarrubias Valenzuela
Académico Trabajador Social UCEN
A los muchos errores no forzados del gobierno y el poco manejo político que ha tenido desde el llamado “segundo piso de la moneda”, con asesores que van y vienen, en el mes de enero se sumaron más problemas para los ministros, del presidente Gabriel Boric. Su amigo y aliado, ahora ministro de Desarrollo Social, Giorgio Jackson estuvo nuevamente en la palestra y en boca de todos por la ya rechazada acusación constitucional interpuesta en su contra. Ante eso, uno se pregunta ¿cuántos ministros y ministras, llegaran bien a marzo, mes que los y las chilenas marcan el inicio laboral y estudiantil luego de los meses de vacaciones?
Un ministerio que es de suma importancia, con mucha visibilidad para la administración de turno y que le puede ayudar a subir en la aprobación ciudadana es precisamente el Ministerio de Desarrollo Social. Pero vemos que al parecer sus autoridades no están a la altura de la gente que necesita políticas sociales y transferencias directas a los hogares o que están en la vulnerabilidad social: familias que no están llegando con sus sueldos a fin de mes y que en algunas comunas se volvió al otrora “por favor… me fía”.
Posteriormente a este hecho, donde se logró zafar de una acusación constitucional, estuvieron dos ministerios en la caldera política, una su ministra de justicia con los indultos y su salida y por último, el hecho más grave de la última semana fue la filtración de un audio de la ministra de relaciones exteriores Antonia Urrejola Noguera y un impase diplomático con el embajador argentino, justo en el momento que Chile participaba de la cumbre Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) en el país trasandino.
Chile necesita que los ministerios estén preocupados de las urgencias del país especialmente porque el discurso de este gobierno era estar en terreno y enfocado en las necesidades del pueblo. No obstante, por ahora el pueblo escucha y se desvanece lentamente en un sistema que nuevamente no están resolviendo sus necesidades.
En síntesis, ese discurso se va derrumbando de a poco y se expresa en la ambivalencia de nuestra sociedad carente de lideres y lideresas que ayuden nuevamente a tener confianza en las instituciones y sobre todo en nuestra clase política.