Un antes y un después…

Luis Riveros Cornejo
Decano Facultad de Economía, Gobierno y Comunicaciones, U.Central

Las elecciones del pasado domingo dieron lugar a cambios de fondo en el espectro político y vaticinan variaciones en la marcha observada del país. El gran perdedor en esta jornada ha sido el gobierno, pero más allá: ha sido perdedora la actitud arrogante y desordenada con que se han enfrentado muchos retos políticos por parte de las autoridades. Ha sido también perdedora la actitud de desidia frente a la inmigración irregular y la desatada delincuencia, incluyendo el terrorismo en la zona sur. El resultado parece ser un llamado de la ciudadanía para que exista más debate y más entendimiento para enfrentar los graves retos que tiene el país y que han sido tratados, muchos de ellos, con ausencia de suficiente diálogo y escasa capacidad resolutiva. La derecha ha obtenido cerca de 57% de los votos y Republicanos constituye más del 60% de esa votación. Es decir, otro perdedor en esta gesta es la llamada derecha tradicional, la que calificó al partido ahora triunfador como movimiento de extremo, casi fuera de la realidad chilena. La voluntad popular ha dicho otra cosa y ello ameritará una profunda revisión por parte de Chile Vamos.

También ha sido perdedora en estas elecciones la ex Concertación, que se ha convertido en un movimiento sin representación en la Convención elegida, y sus partidos han obtenido votaciones que oscilan sólo entre el 3.8 y el 1.6%. Figuras importantes del pasado político han visto frustradas sus expectativas en distintas partes de Chile. Otro elemento importante en la recomposición política que se ha dado post elecciones es que el Partido Socialista ha pasado a segundo plano en la coalición de gobierno, siendo desplazado por la mayoría relativa obtenida por el Partido Comunista, acentuándose así la polarización que se dibuja en el espectro político chileno. Existen llamados para “reagrupar” a la centroizquierda y constituir un frente de izquierda unida, para lo cual se ha sugerido, incluso, pueda convocarse al actual gobierno a la democracia cristiana. Otros llaman a la “movilización popular”. Estas ideas ratifican un espíritu de polarización y de enfrentamiento, cosas que van, justamente, en sentido contrario a la voluntad popular expresada en las urnas y que llama al diálogo y al acuerdo.

Como una ratificación del claro hecho de que no existe en los recientes resultados una cierta manifestación de una “lucha de clases”, y anteponiéndose a las propuestas de algunos en orden a llevar a las calles su disconformidad con los resultados expresados en las urnas, es bueno considerar el análisis de estos resultados en términos de comunas. Las más pobres de ellas, y notablemente en el sector indígena del sur de Chile, la derecha ha obtenido porcentajes de más de 50% de apoyo, mientras que la izquierda concitó menos de 20% de apoyo. Esto es un reflejo de la situación económica que se vive, de la inseguridad instalada en ciudades y pueblos y de la acción destructiva de un terrorismo activo en el sur. Pero sobre todo, es reflejo de un sentimiento aspiracional que ha ido consolidándose a lo largo del tiempo.

El país ha manifestado un llamado a la moderación y al diálogo, reflejando así la necesidad de una mayor conexión de la política con la realidad que vive Chile. La desconexión de los partidos con esta realidad ha llevado a que exista más de 20% de votos nulos y blancos, cosa verdaderamente inédita en Chile. Esto fue promovido por actores tanto de izquierda como de derecha, como rechazo a lo que se calificó como un acuerdo político cupular en la prosecución del proceso constitucional. Sin duda, esto se puede constituir en una seria amenaza para la estabilidad del sistema político, si no se escucha en forma seria a las personas que se han declarado así excluidas. Por ello, el primer y más importante reto de la Convención Constitucional es dar señales de transparencia, seriedad y altura de miras para abordar un debate que sí interesa a Chile por encima de las banderías políticas. Por ello también, un acuerdo político debe conducir a centrar la actividad legislativa y la redacción de la nueva constitución, de una manera coordinada, en los temas que importan a la gente. Esto puede rendir frutos en materia de aislar al extremismo, abordar efectivamente las prioridades ciudadanas, y consolidar la democracia y el diálogo como los instrumentos principales para el progreso. Si eso se lograr, al “más de lo mismo” se antepondrá “un antes y un después” del pronunciamiento ciudadano del pasado domingo

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