Cincuenta Años Golpe Militar

Por Ulises Carabantes Ahumada

Ingeniero Civil Industrial. Analista de actualidad. Escritor.

Estimado lector, en las próximas líneas podrá leer un muy breve pero descriptivo resumen de algunos capítulos del libro Chile 1973. Quien quiera profundizar en esta materia y desee comprar el libro, consulte al correo ucarabantes@gmail.com, para las ediciones en Chile como también en España. Esta es la última de trece publicaciones sabatinas que comencé el 17 de junio pasado y que terminan hoy, sábado 9 de septiembre de 2023.

El viernes 7 de septiembre de 1973 fue un día que marcó definitivamente el rumbo de los acontecimientos históricos. Por una parte, el almirante José Toribio Merino se retiró de La Moneda después de almorzar en el palacio de gobierno invitado por el presidente Allende, convencido de que el país estaba acéfalo, con el ciudadano a quien se le había confiado el cargo de presidente de la república sin ejercer como tal, impedido de ello por un gobierno de facto que se había instalado, el que ejercía el llamado comité político de la unidad popular. El mismo Salvador Allende se lo había expresado a Merino aquella tarde. Ratificó esto, el hecho que el mismo viernes 7 de septiembre por la noche, el comité político de la alianza de izquierda, negó a Salvador Allende la autorización para tomar cualquiera de las tres decisiones que el presidente les había propuesto el lunes 3 de esa última semana de su gobierno. Ante la negativa, Allende insisitó pidiendo un voto de confianza a los partidos de la Unidad Popular, pero estos también negaron el voto de confianza que el presidente de la república Salvador Allende les había pedido.

Dado lo descrito anteriormente, Chile enfrentaba el peor de los panoramas, sin un presidente que ejerciera lo que el cargo que se le había entregado le permitía y le exijía, cercado por los partidos de la unidad popular, una izquierda que en definitiva se la jugaba por la guerra civil, consciente de la inminente sublevación miltar, pero parcial, con regimientos manteniéndose dispuestos a defender a Salvador Allende y al moribundo sistema democrático chileno, fuerzas militares a la que se sumarían milicianos de izquierda para combatir el alzamiento. Esto no era otra cosa que la guerra civil. Es decir, el comité político negó toda autorización a Allende para tomar acciones que permitieran una pacífica salida del conflicto, convencidos que mediante las armas harían triunfar “la revolución”. Por otra parte, Patria y Libertad se organizaba en el sur, con un diseño insurreccional que consideraba sumarse al combate al lado de los regimientos que se alzarían en contra del gobierno marxista, fijarían la capital de “Chile nacionalista” en Temuco, volarían el viaducto del río Malleco, para comenzar a avanzar hacia Santiago en pos de tomar la capital. Como puede verificarse, ambos bandos irrconciliablemente enfrentados, se jugaban el todo o nada en una guerra civil, la que le costaría a Chile un mínimo de quinientos mil muertos, según proyecciones hechas por el general Carlos Prats. Sólo una intervención militar no fraccionada, impediría la guerra civil.

El almirante Merino no tenía total certeza de lo que ocurría al interior del ejército y de la fuerza aérea. De carabineros manejaba la información de que tanto el director como el subdirector de esta institución eran proclives al gobierno. Dadas las circunstancias que se vivían, Merino tomó la decisión de reunirse a las 10 de la mañana del sábado 8 de septiembre con los almirantes y oficiales bajo su mando para informar la extensa conversación que había sostenido con el presidente Allende el día anterior y el hecho de no haber sido nombrado comandante en jefe. Esta reunión se efectuó en la escuela de artillería. En ella Merino recalcó que todas las decisiones pasaban por él, que no había autorización alguna para que nadie tomara acciones haciendo uso de las tropas. Señaló también estar informado de la existencia de oficiales decididos a tomar acciones por su cuenta, pero que no aceptaba redentores dentro de la marina y a quien tomara una decisión sin autorizaciones superiores, le haría caer todo el peso de la ley. Reafirmó finalmente que el mando en Valparaíso era él.  Posteriormente citó sólo a los almirantes a una reunión en la academia de guerra naval, donde hizo hincapié en los dichos del presidente en el sentido de que él no gobernaba, sino los partidos políticos, lo que estaba propiciando la anarquía y el caos generalizado en el país. Ante esta realidad Merino les hizo ver que deberían actuar férreamente unidos con las otras instituciones de la defensa nacional y con carabineros, de tal modo evitar la guerra civil. El inconveniente para esto era que en la marina no se sabía de la postura del general Pinochet y al general Leigh no lo conocía nadie. Casi al terminar la reunión se hizo presente el jefe del estado mayor de la defensa nacional, contralmirante Patricio Carvajal, quien informó de una reunión de coordinación para actuar conjuntamente con la fuerza aérea, no habiéndose establecido contactos definitivos con el ejército para que esta rama castrense se sumara como un todo a la acción militar en ciernes.

El domingo 9 de septiembre el almirante Merino fue temprano a misa y al retornar a su hogar junto a su familia recibió una llamada del oficial de servicio de la primera zona naval, quien le informó que el senador socialista Carlos Altamirano estaba hablando en una concentración en el Estadio Chile en Santiago, la que era transmitida por radio y televisión, discurso en el que detalló las acciones que había tomado y estaba tomando para sublevar a la marinería. Como juez naval, Merino había emitido órdenes de arresto en contra de Carlos Altamirano y Óscar Guillermo Garretón, a quienes se acusaba de intento de sublevación de la marinería en algunos buques de la escuadra. El desafuero parlamentario se vería para ambos acusados el día 12 de septiembre. La policía de investigaciones no había detenido a Altamirano, pero sin embargo éste estaba hablando públicamente y para todo Chile la mañana del 9 de septiembre de 1973.

Ante esto, Merino tomó un lápiz y un papel para escribir el mensaje que pondría en marcha el golpe militar que se efectuaría el 11 de septiembre de 1973; escrito dirigido al comandante en jefe del ejército Augusto Pinochet y al comandante en jefe de la fuerza aérea, Gustavo Leigh:

9/Sept./73

Gustavo y Augusto

Bajo mi palabra de honor el día D será el 11 y la hora H 06:00.

Si Uds. no pueden cumplir esta fase con el total de las fuerzas que mandan en Santiago, explícalo al reverso.

El Almte. Huidobro está autorizado para traer y discutir cualquier tema con Uds. Los saluda con esperanzas de comprensión. J.T. Merino

Al reverso complementó Merino:

Gustavo: Es la última oportunidad. J.T.

Augusto: Si no pones toda la fuerza de Santiago desde el primer momento, no viviremos para ver el futuro.

                                        Pepe”  

El almirante Merino metió en un sobre el papel escrito y ordenó al comandante del cuerpo de infantería de marina presentarse en su casa. Para merino era imperioso obtener una respuesta de Leigh y Pinochet ese mismo día domingo 9 de septiembre, para lo cual ordenaría a Huidobro buscar a ambos generales por todo Santiago si era necesario.

A las 12 en punto del medio día, se presentó ante Merino el almirante Huidobro, vestido de civil. Merino le explicó su misión y definió que el mensaje lo llevara Huidobro metido en un zapato. Este almirante se trasladó a Santiago en un automóvil particular, conducido por el jefe del estado mayor de la infantería de marina, comandante Ariel González. Al llegar a Santiago, Huidobro y González contactaron inmediatamente al almirante Patricio Carvajal. Por el cargo que ocupaba este último, era el hombre indicado para facilitar el hecho que Pinochet y Leigh recibieran a Huidobro. Carvajal se contactó telefónicamente con los dos comandantes en jefe y acordaron reunirse a las cuatro de la tarde en la casa de Pinochet. En dicho domicilio se estaba celebrando el cumpleaños de una de las hijas del comandante en jefe del ejército, por lo que no levantaría sospechas la presencia de Leigh, Carvajal y Huidobro, entre las muchas personas que habían llegado. Previo a la llegada de los dos almirantes, Leigh ya estaba reunido con Pinochet, manifestándose este último renuente a actuar. Esta actitud de Pinochet no significa definitivamente que no estuviera a favor de una intervención militar. De acuerdo con el testimonio que dejó Augusto Pinochet, él comenzó a desarrollar un plan para la intervención del ejército a fines de 1972, durante la gran crisis desatada con el paro de los transportistas y otros gremios y que dicha intervención la tenía definida para el día viernes 14 de septiembre de 1973. Hay un testimonio que avala esta versión de Pinochet y es la dada por el entonces teniente coronel Manuel Contreras Sepúlveda, quien a fines de 1972 era comandante del regimiento Arauco de Osorno. En visita efectuada por Pinochet a fines de 1972 a este regimiento, le habría dicho a Contreras “a usted lo necesito cerca mío el próximo año”, disponiendo el tralado de Contreras a la escuela de ingenieros de Tejas Verdes. Bien se sabe el protagonismo que tomó el comandante Contreras después del 11 de septiembre de 1973 como director de la Dirección de Inteligencia Naciona, DINA. Por otra parte, ya como comandante en jefe, frente al gobierno Pinochet se mostró aproblemado y debiendo usar el máximo tacto para solucionar los problemas internos del ejército. El lunes 3 de septiembre el general Pinochet se reunió con el ministro de defensa Orlando Letelier, oportunidad en que justificó el hecho de no remover a los oficiales con conocida postura anti unidad popular, señalando:

aquí, hay una tropa de locos planteando que las fuerzas armadas deben adoptar una definición ahora, aún a costa de cien mil muertos, más bien que no un millón, después de una guerra civil. Hago lo posible por pararlos, según las instrucciones que antes me diera mi general Prats y que me ha reiterado el presidente. Estoy visitando las unidades a este efecto. He encontrado en ellas un ambiente difícil… pasar de inmediato a retiro a los oficiales que así se expresan puede violentar las cosas. Necesito un mínimo de tiempo para afianzar la gente de confianza en las unidades. Si se produce ahora un levantamiento, corremos el riesgo de que esta vez sea el conjunto de las fuerzas armadas, no de una unidad aislada, como el 29 de junio…”

Al ingresar los almirantes Carvajal y Huidobro a la oficina donde Pinochet estaba reunido con Leigh, exhibieron inmediatamente la escueta carta enviada por el almirante Merino desde Valparaíso. Gustavo Leigh la leyó y escribió “conforme” estampando su firma. El general Pinochet titubeó, buscó un timbre en los cajones de su escritorio, hasta que finalmente firmó. El golpe se ponía en marcha, bajo el esquema que evitaba la guerra civil, los altos mandos actuando conjuntamente y los componentes de las instituciones armadas respondiendo al respeto de la verticalidad del mando que era parte de la doctrina de cada institución.

En menos de 48 horas se organizaron las acciones militares, en Santiago y en Valparaíso y sus correspondientes ramificaciones hacia el resto del país. En Santiago se diseñaron dos agrupaciones para la acción, las tropas que actuarían en el centro de la capital, en torno al palacio de La Moneda, las que eran unidades militares de la capital, como la escuela de suboficiales, el regimiento Tacna, la escuela de infantería, el regimiento Buin y otras y una agrupación que se emplazaría en la zona periférica de la capital, conformada por regimientos desplazados desde las provincias, como el regimiento Yungay de San Felipe y el regimiento Arica de La Serena, cuya misión era combatir por la retaguardia el posible ataque de milicias de los cordones industriales de Santiago sobre las unidades militares que operarían en torno a La Moneda. En Valparaíso la planificación involucró a la armada y al ejército, estando todas las unidades militares bajo el mando del almirante José Toribio Merino. En la armada se dispuso que la escuadra zarpara el lunes 10 a medio día, fuerza que debía retornar al litoral a la media noche para posicionar buques en Quintero, Valparaíso y San Antonio. La infantería de marina comenzaría la “operación silencio”, es decir, la toma y silenciamiento de radios proclives al gobierno, a las 05:30 horas del 11 de septiembre, como así también la ocupación de los llamados “cordones industriales”, en los que se esperaba tener resistencia de parte de grupos de izquierda. El plan de los marinos se ejecutó sin alteración, sin resistencia alguna. Rápidamente las ciudades de Valparaíso, Viña del Mar, Concon, Quintero y otras, quedaron bajo el control militar.

En Santiago el general Pinochet efectuó coordinaciones institucionales y también de índole personal. Caminó en las afueras de su casa a media noche del 10 de septiembre antes de entrar a dormir a su domicilio, donde pernoctaría solitario pues había dispuesto el traslado de su esposa y algunos de sus hijos a Los Andes, cercano a la frontera con Argentina. Al día siguiente, se levantó como de costumbre a las 5:30 horas, pero no tuvo urgencia de llegar a la escuela de telecomunicaciones en Peñalolén, lugar donde estaría su puesto de mando, sino que pasó a saludar a una de sus hijas y a sus nietos antes de ir a encabezar las acciones militares de ese día. Al llegar al cuartel de Peñalolén, Pinochet constató que todos le esperaban con ansiedad y con la disposición de sumarse al movimiento militar que sacaría a Allende de La Moneda, menos un oficial, el mayor Osvaldo Zavala, ayudante del comandante en jefe del ejército, quien permaneció en ese cargo después de la salida de Carlos Prats de la comandancia en jefe. Zavala quedó inmediatamente bajo arresto.

En lo que se refiere al gobierno, por la tarde del 10 de septiembre ministros y dirigentes de la unidad popular asistieron a una recepción de gala en la embajada de Bulgaria. Por la noche los ministros Carlos Briones y Orlando Letelier se dirigieron a la residencia presidencial de la calle Tomás Moro, donde fueron parte de una conversación que duró hasta altas horas de la noche junto a Salvador Allende, Joan Garcés y Augusto Olivares. Al sonar el teléfono un guardia le pasó el llamado a Olivares. Era René Largo Farías quien llamaba desde La Mondeda para comunicar que había recibido información de camiones militares que se movilizaban a esa hora desde San Felipe y Los Andes hacia Santiago. Se llamó al general Herman Brady quien afirmó no tener información respecto de movimiento de tropas pero ante cualquier novedad al respecto la informaría. Largo volvió a llamar para insistir con la misma información, pero los reunidos en la casa de Allende no le dieron importancia.

A las 7 de la mañana del 11 de septiembre fue informado Allende del movimiento de la armada en Valparaíso, el que fue calificado en un primer momento como “alzamiento de la marinería”. No era tal, era toda la institución naval la que a esa hora estaba tomando el control del litoral chileno. Salvador Allende tomó la decisión de trasladarse hacia La Moneda, acompañado de su guardia personal, los GAPs.

Comenzaron a ser acalladas las redioemisoras del gobierno, se estableció una cadena nacional de radioemisoras y a las 08:30 de la mañana aproximadamente, se emitió la proclama de la junta militar de gobierno:

Se leerá a continuación la proclama de la junta militar de gobierno:

Santiago, 11 de septiembre de 1973.

Teniendo presente:

Primero: La gravísima crisis económica, social y moral que está destruyendo al país.

Segundo: La incapacidad del gobierno para tomar las medidas que permitan detener el proceso de desarrollo del caos.

Tercero: El constante incremento de los grupos armados paramilitares, organizados y entrenados por los partidos políticos de la unidad popular, que llevarán al pueblo de Chile a una inevitable guerra civil, las Fuerzas Armadas y Carabineros de Chile, declaran:

Primero: que el señor presidente de la república debe proceder a la inmediata entrega de su alto cargo a las Fuerzas Armadas y Carabineros de Chile.

Segundo: que las Fuerzas Armadas y el Cuerpo de Carabineros de Chile están unidos para iniciar la histórica y responsable misión de la luchar por la liberación de la patria del yugo marxista y la restauración del orden y la institucionalidad.

Tercero: los trabajadores de Chile pueden tener la seguridad que las conquistas económicas y sociales que han alcanzado hasta la fecha, no sufrirán modificaciones en lo fundamental.

Cuarto: la prensa, radiodifusoras y canales de televisión adictos a la unidad popular, deben suspender sus actividades informativas a partir de este instante, de lo contrario, recibirán castigo aéreo y terrestre,

Quinto: el pueblo de Santiago debe permanecer en sus casas, a fin de evitar víctimas inocentes.

Firmado: Augusto Pinochet Ugarte, general de ejército, comandante en jefe del Ejército; Toribio Merino Castro, almirante, comandante en jefe de la Armada; Gustavo Leigh Guzmán, general del aire, comandante en jefe de la Fuerza Aérea de Chile y César Mendoza Durán, general, director general de Carabineros de Chile”.

Frente a esta proclama militar respondió Salvador Allende por mensaje radial:

En ese bando se insta a renunciar al presidente de la república. No lo haré. Notifico ante el país, la actitud increíble de soldados que faltan a su palabra y su compromiso. Hago presente mi decisión irrevocable, de seguir defendiendo a Chile, en su prestigio, en su tradición, en su norma jurídica, en su Constitución. Señalo mi voluntad de resistir, con lo que sea, a costa de mi vida, para que quede la lección, que coloque ante la ignominia y la historia a los que tienen la fuerza y no la razón. En este instante señalo, como una actitud digna, que acá está junto a mí, el director titular de Carabineros, general José María Sepúlveda y que en este instante, los aviones pasan sobre La Moneda, seguramente la van a ametrallar. Nosotros estamos serenos y tranquilos. El holocausto nuestro marcará la infamia de los que traicionan a la patria”.

La proclama militar dejaba en claro dos cosas relevantes, la unidad de las instituciones armadas en las acciones que comenzaban muy temprano aquel 11 de septiembre de 1973 y además, que eran encabezadas dichas acciones por sus altos mandos, designados con anterioridad por Salvador Allende como era el caso de Augusto Pinochet y Gustavo Leigh y auto designados ese mismo día como era la situación de José Toribio Merino y César Mendoza. Con esto se dejaba claro que se estaba contrarestando o bloqueando la segunda condición que podría haber desencadenado definitivamente la guerra civil, la intervención fraccionada o dividida de las fuerzas armadas.

En lo que respecta a la respuesta del presidente Salvador Allende se pueden entender sus palabras de parte de alguien que estaba frente a una situación límite y por lo tanto sin congruencia con la realidad. Manifestó que defendería la Constitución, cuando durante sus tres años de gobierno el mismo manifestó que no respetaría la carta magna y no lo hizo, llegando al extremo incluso de dar lugar a la creación de un inconstitucional gobierno de facto paralelo, sin cuya aprobación Salvador Allende no tomaba las decisiones. Manifestó el presidente tener él la razón y no quienes le pedían que entregara su alto cargo. Algo obvio, en una situación límite como aquella, era lógico que Salvador Allende creyera tener él la razón, hasta el final. Y respecto del apelativo de traidores a la patria emitido respecto de los cuatro generales que le pedían la entrega de la presidencia, que Salvador Allende ya no ejercía, se puede entender que Allende los sintiera como traidores a su persona, pero ni Allende ni ningún presidente ha sido o es la patria.

Finalmente, las fuerzas armadas a las que Allende había llamado con insitencia a gobernar con él, tomaban el gobierno con liderazgo propio, las mismas fuerzas armadas que Salvador Allende quiso incorporar en un gabinete de seguridad y salvación nacional, camino que la unidad popular le negó.

Salvador Allende terminó sus días personales y políticos en medio de la destrucción total y en conflicto con su partido, el partido socialista. Dos protagonistas le pidieron a Salvador Allende que abandonara La Moneda la mañana del 11 de septiembre de 1973; la junta militar recién creada y el partido socialista. La junta militar para que entregara a los mandos militares su alto cargo y el partido socialista para “continuar la resistencia en un lugar más seguro”. Antes que se iniciara el combate en La Moneda ingresó al palacio de gobierno el socialista Hernán del Canto, quien había sido ministro de Salvador Allende. En una actitud contradictoria, extemporánea y hasta hipócrita, del Canto ingresó a La Moneda para hablar con el presidente de parte de la dirección del partido socialista, poniéndose a disposición de Allende. Cuando las balas comenzaban a caer sobre la casa de gobierno, el partido socialista, que le negó reiteradamente a Allende su aprobación para llegar a acuerdos que salvaran la dramática situación en que estaba, cuando ya no había posibilidad de solución, se prestó para ponerse “a disposición”, al mismo tiempo que le plantearon al presidente que abandonara el palacio de La Moneda para continuar la resistencia en un lugar más seguro. Salvador Allende respondió lo siguiente:

No voy a salir de La Moneda. Voy a defender mi condición de presidente, así es que ustedes no deben ni siquiera plantearme esa posibilidad. Sé lo que debo hacer. Al partido hace tiempo que no le importa mi opinión. ¿por qué me la vienen a pedir en este instante?. Dígale a sus compañeros que deben saber lo que tienen que hacer”.

Destrucción total y conflicto con su partido fue la condición final para Allende, expresado esto último en la frase “dígale a sus compañeros”… expresión más que clara en manifestar que Allende no se sentía parte del partido que le llevó aquella propuesta la mañana del 11 de septiembre, la que rechazó ante el socialista emisario Hernán del Canto.

Termina este ciclo de trece publicaciones históricas. Agradezco a los lectores que se tomaron el tiempo de seguirme en mis escritos. Si alguno de ellos se interesa en tener el libro Chile 1973; tanto para la edición en Chile como en España, pueden hacer llegar su consulta al correo electrónico ucarabantes@gmail.com

Muchas gracias nuevamente!!

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