Paula Araya
Gerenta general de The Body Shop Chile.
El Día Mundial de la Ética nos insta a reflexionar sobre la importancia de la moral y los valores en nuestra sociedad. La ética actúa como un faro que orienta nuestras acciones y decisiones, pero ¿qué relación tiene con la belleza? La clave radica en una perspectiva que trasciende lo meramente superficial, capaz de revolucionar la forma en que experimentamos nuestras vidas.
Históricamente, la belleza ha estado ligada a estándares físicos y superficiales. Revistas, publicidad y, en la actualidad, las redes sociales, han perpetuado una noción de belleza que muchas veces resulta inalcanzable para la mayoría. Esto ha dado lugar a la insatisfacción, la disminución de la autoestima y, en última instancia, a problemas de salud mental. Sin embargo, en medio de esta obsesión por la imagen, emerge un concepto que transforma nuestra comprensión de lo hermoso y atractivo.
La belleza que revoluciona es aquella que se encuentra en los actos éticos y las relaciones humanas. Es lo atractivo de un gesto amable, de la compasión, del respeto mutuo. Es la que emana de la autenticidad y la integridad de una persona. Cuando nos esforzamos por ser justos, por hacer lo correcto, por tratar a los demás con bondad y empatía, estamos creando una belleza que trasciende lo efímero y lo superficial.
Es fundamental recordar que la ética es la que perdura, la que enriquece nuestras vidas y las de los demás. Es atemporal y universal, no está limitada por la edad, el género o el aspecto. Es una que todos podemos cultivar y que, a su vez, enriquece nuestra sociedad.
La belleza ética no solo se refleja en nuestras interacciones personales, sino también en nuestras decisiones y acciones a nivel colectivo. Es luchar por la justicia social, de cuidar el medio ambiente y de promover la igualdad. De ser un ciudadano justo y contribuir a la construcción de un mundo mejor.
En el Día Mundial de la Ética, recordemos que la belleza que revoluciona está al alcance de todos nosotros. No necesitamos seguir estándares irreales de belleza física para ser valiosos y atractivos. Más bien, debemos cultivar una que se origina en nuestro interior y se refleja en nuestras acciones. Al hacerlo, no solo enriqueceremos nuestras propias vidas, sino que también aportaremos a la creación de una sociedad con mayor moral y compasión.
Durante mucho tiempo se ha otorgado una excesiva importancia a lo superficial. Por eso, es imperativo enfocarnos en la belleza genuina y trascendental. Ha llegado el momento de abrazar una ética que transforme la manera en que vivimos y nos relacionamos con los demás. En definitiva, es esta belleza la que tiene el poder de transformar el mundo y hacerlo un lugar más justo y bello para todos. ¿Te unes?