Por María-José Lira Marti, abogada y académica de la carrera de Derecho de la U.Central Región de Coquimbo.
¿Cuántos de nosotros alguna vez ha pedido ayuda a un amigo que trabaja en el sector público para que nos facilite o agilice algún trámite?, ¿Cuántos de nosotros nos hemos saltado la fila por que conocemos a alguien en el servicio?
La concepción normativa de la probidad deja en el mundo de las obligaciones de los funcionarios públicos y autoridades, tener un desempeño leal y honesto de la función pública, con preeminencia del interés general por sobre el particular.
Cada día conocemos sobre nuevos casos de -malas- prácticas que vulneran la probidad y que, en muchos casos, derechamente son actos de corrupción, y claro, saltamos a condenarlos, a exigir sanciones, a decir ¡basta!, porque, ¿cómo es posible que les hayan pagado por legislar o no liquidar impuestos?, ¿cómo es posible que con una llamada se paralice o agilice en tema?, ¿cómo pudo postular si pedían muchos documentos y el plazo para presentarlos era tan breve?, pero, ¿qué pasa cuando somos nosotros los que pedimos favores, los que hacemos la llamada o recibimos información privilegiada?
Se que varios podrán decir que son cosas no comparables, que no es lo mismo pagar por adjudicarse una licitación millonaria a pedir que te den licencia de conducir aun cuando no vivas en la comuna, que no es lo mismo llevarle un regalito a un funcionario que tuvo un trato preferencial contigo que entregar una coima, lo cierto es que todos los casos son practicas contrarias a la probidad, todas podrían ser constitutivas de corrupción.
Durante muchos años hemos ido normalizando ciertas conductas, y es que bajo eso de que “no es lo mismo” o “no es comparable” -más cuando somos los beneficiados-, nos hemos ido haciendo los lesos y, en mayor o menor escala, hemos ido aceptando que ciertas cosas pasan, que han pasado siempre y seguirán pasando, entonces, ¿cuándo ponemos el verdadero basta?
Para que un candidato quiera comprar un voto con regalos debe haber alguien dispuesto a venderlo, para que un funcionario público, una autoridad reciba coimas, debe haber alguien dispuesto a pagarlas, entonces, nuevamente nos enfrentamos a que mucho de lo que pasa o no pasa en nuestro país depende de nosotros, entonces los y las invito a reflexionar sobre nuestra actitud frente a las faltas de probidad y corrupción que tanto reprochamos, mi invitación es a que desde nuestras acciones, aunque parezcan sin importancia, construyamos un mejor país, y es que podremos tener leyes, incluso incluir en la Constitución la prohibición de corrupción, pero si nosotros no cambiamos, nada cambiará. ¡Cuidar la probidad y erradicar la corrupción es tarea de todos y todas!