Por: Álvaro Leyton Hernández, académico de la carrera de Enfermería de la Universidad Central Región de Coquimbo.
La temporada estival es esperada por muchas familias pues son el tan ansiado espacio para descansar luego del año de trabajo. Para otros, que han decidido postergar su descanso, corresponde a una opción – a veces – que implica la posibilidad de aplazar este descanso por un bien mayor, como por ejemplo, tener vacaciones a mitad de año, ya sea para viajar o completar proyectos personales. Lo planteo como un “a veces” entendiendo la diversidad de sistemas de trabajo remunerado y no remunerado que no tiene acceso a vacaciones en el sistema económico imperante.
No obstante, existen miembros del grupo familiar que no pueden elegir posponer las vacaciones, y que corresponde al grupo de los niños, niñas y adolescentes, para quienes es necesario activar todas las redes de apoyo y de cuidado para poder satisfacer estas necesidades.
¿De quién es la responsabilidad de asegurar el cuidado de nuestros hijos/hijas/adolescentes? ¿Quién debe consultar y organizar, en la red de apoyo familiar o institucional, las posibilidades de cuidados de nuestros hijos/hijas? ¿Quién debe, necesariamente, pedir permisos en el trabajo para cubrir aquellos espacios donde no se ha podido establecer quién cuida de los niños/niñas? ¿Quién tiene la responsabilidad de pedir sus vacaciones en el caso de no contar con red de apoyo para estas circunstancias? Todas estas preguntas merecen la pena replantearlas cuando se da por hecho que sus respuestas son siempre la misma: mamá.
Y es que cuando damos por sentado que la responsabilidad de asegurar el cuidado de nuestros hijos, hijas y adolescentes es perentoriamente de las mujeres, sucede que se revalida el mandato social de que el cuidado es responsabilidad de éstas, aumentando casi naturalmente la carga mental respecto de una responsabilidad que debe ser compartida, en una sociedad que grita por cambios estructurales en la forma de conceptualizar el cuidado y la crianza, entre otros.
De esta forma, los padres quedamos cordialmente invitados a compartir esta carga mental, que se relaciona con la gestión de los cuidados y cuidadores, el “hacerse cargo” y resolver, no siendo el hacedor y seguidor de indicaciones, sino también asumir el rol activo en la resolución de una situación que nos afecta a todos y todas; y por otro lado, también invitarnos a cuidar, a estar presentes afectivamente, a disfrutar del paisaje sin mirar el celular, sino que simplemente estar para atender necesidades de aquellos que tenemos a cargo como padres, puesto que los tiempos de desconexión del mundo del trabajo, y reconexión con el mundo real familiar, son los momentos que más atesoraremos en el futuro.