Señor Director:
Una atmósfera nauseabunda impera en Chile.
El noble y sobrio Chile de nuestros ancestros –de la raza chilena del Doctor Nicolás Palacios– ha sido bastardeado. El pueblo devino en populacho. Las autoridades políticas en una pandilla de marionetas de la sinarquía mundial. Las Fuerzas Armadas en pasivos observadores del proceso de destrucción de nuestra soberanía nacional. Los valores y las virtudes fueron sustituidos por el culto al dinero –todo se compra, todo se vende: Las montañas, los glaciares, los bosques…–. La sociedad actualmente está definida por la delincuencia –en todos los niveles–, por el narcotráfico, la corrupción y la mentira. Agréguese a esta irreversible situación el hecho que el país ha sido invadido. Chile ya no es Chile. Somos extranjeros en nuestra propia tierra.
¿Es posible que las “autoridades políticas” del país, las Fuerzas Armadas, los intelectuales, el pueblo, no se den cuenta del funesto presente y de lo que vendrá? ¿Es que no hay una consciencia básica, mínima, para entender que estamos viviendo el fin de Chile? ¿Qué sucede con la siempre tan valorada “mayoría”, base del sistema político que nos rige? ¿No hay reacción alguna ante la destrucción de nuestras tradiciones, de nuestras costumbres, del recambio poblacional? ¿Hipnotismo colectivo?
Debido a las estratégicas políticas anti-natalistas y anti-familias implementadas contra la nación chilena y el favorecimiento de los nacimientos de los “nuevos chilenos” y su asentamiento en el país, en algunas décadas las características de la población de Chile serán aquellas de los subsaharianos.
Es el fin de Chile advertido por Miguel Serrano.
Rafael Videla Eissmann
26 de Febrero de 202