- Religiosa recibió el cariño de los fieles de esta localidad ubicada al interior de Alto del Carmen.
Más de 46 años lleva la hermana Inmaculada Quijano, de las Misioneras de Jesús, María y José, en Chile, gran parte de ellos han transcurrido en Vallenar y en Alto del Carmen, en la localidad de El Tránsito.
La religiosa, nacida en Palencia, España, en 1948, enfrenta una compleja enfermedad. En estas circunstancias, quiso celebrar este lunes 4 de marzo una misa de Acción de Gracias en la capilla Nuestra Señora del Tránsito, al interior de Alto del Carmen, misa que fue presidida por Monseñor Ricardo Morales, junto a sacerdotes de la diócesis, el diácono Carlos Herrera y personas de la comunidad que repletaron la capilla.
El obispo manifestó su cariño y agradecimiento a la hermana Inmaculada, diciéndole que “hoy estamos acá para dar gracias a Dios por todo aquello que nos ha regalado en tu persona, la vida siempre triunfa y hoy queremos ser testigos de esa certeza, y del aprecio, el cariño y la gratitud que esta diócesis tiene para contigo”. Habló de la vida de la religiosa, señalando que “saliste de tu tierra para ser testigo del evangelio”. Destacó su trabajo en dictadura, “cuando había que sacar adelante tantas iniciativas, empoderar a las personas” y que “la sinodalidad se hizo carne en tu servicio y tu ministerio”. Al final, le dijo: “tu vida es la mejor homilía, el Señor nos habla a través de este testimonio tuyo”.
Al momento del ofertorio, jóvenes de la catequesis presentaron sus manos dibujadas. También un cesto con frutos y productos del valle.
“Doy gracias por la paz que siento”
Al final de la misa, la hermana Inmaculada tomó la palabra para agradecer la presencia de quienes acompañaron la celebración. Recorrió pasajes de su vida y su llegada a Chile, a Huasco, su paso por Santiago y luego a Vallenar. Contó que conoció el valle de El Tránsito cuando fue a hacer un retiro. “El valle me atrapó” enfatizó, y así le propuso al obispo de entonces, Monseñor Gaspar Quintana, hacer presencia misionera en el sector. Dijo ser “hija del Concilio Vaticano II, de una Iglesia sencilla, abierta” y dijo: “Fui tejiendo redes de vida”.
“Doy gracias por la paz que siento; -dijo- sé que es una enfermedad, pero la vida mía es más que una enfermedad, así que vamos a seguir caminando, de distinta manera” y concluyó: “Sigamos rezando para que sea lo que Dios quiere”.
Después de la misa hubo una convivencia en el patio de la capilla, y dentro del templo, un video en homenaje a la vida y la labor de la religiosa. Fue un momento de compartir lleno de fraternidad y gratitud, en el que la comunidad pudo expresar a la hermana Inmaculada todo su cariño.