Juan Francisco Ortún
Periodista y académico U.Central
Impartir justicia no es un tema menor y para ello se necesitan personas idóneas, responsables, éticas y con un conocimiento cabal de las materias que involucran las sanciones que van a dictaminar, sin olvidar, por cierto, la jurisprudencia.
No se debe confundir con arbitrariedad que es algo determinado por el capricho, por la libre voluntad, es decir, algo que no responde a la lógica, la ley o la razón. El deporte y el fútbol específicamente no escapan a esta definición y lamentablemente en el acto de arbitrar también se producen “arbitrariedades”.
La historia del deporte rey está llena de acciones que han reñido con la manera de conducir y actuar y que van más allá de un cobro que pudiera ser interpretado como erróneo o una equivocación que por distintas razones, posición del juez, rapidez de la jugada o sencillamente una distracción, puedan ser catalogadas de arbitrarias.
No, no son esas acciones las que han cubierto con un manto de dudas a los hombres que antiguamente vestían de negro. Bullado fue el caso del año pasado de las dos jóvenes que fueron suspendidas por denunciar preferencias de directivos en la designación de partidos y otras más graves, situación que llevó a que finalmente ambas se alejaran del referato.
No se olvida el episodio del denominado “Juez de Hierro”, el argentino Javier Castrilli, presidente de la comisión de arbitraje, quien tuvo que dimitir por diversas acusaciones del sindicato de árbitros del fútbol chileno a quien se le sindicó como el responsable de numerosas irregularidades que nunca se comprobaron fehacientemente. Celos profesionales adujeron finalmente algunos.
Los de mejor memoria recordarán que estuvieron a punto de suspenderse las competencias de primera y segunda divisiones porque los jueces adujeron derechos de imagen con el canal del fútbol exigiendo beneficios y aportes económicos al igual que los futbolistas.
Para poder resolver los errores que pudieran cometer los árbitros se decidió recurrir a la tecnología y apareció la gran solución: el VAR, que revolucionó el ambiente futbolístico en su génesis y que hoy sigue en discusión porque es manejado por personas que se equivocan y que tienen interpretaciones antagónicas.
Este medio tecnológico también en nuestro balompié ha sido causas de graves acusaciones y la controversia se zanjó con una mano negra que puso fin a la discusión. Hoy ya en la Premier Ligue están analizando erradicar este medio, justamente por las interpretaciones equivocadas, pero no malintencionadas que perjudican a los planteles. En Quilín, no se sabe.