Dr. Sebastián Rumie
Académico escuela de Gobierno, U.Central
El día 12 de junio el economista Sebastián Edwards señaló en una entrevista con CNN que él “(…) cerraría casi a cero, no a cero, las Becas Chile en humanidades por 10 años”. Tras estas polémicas declaraciones, académicos e intelectuales vinculados a esta área del conocimiento –por ejemplo, Carlos Peña y Cristián Warnken– rápidamente respondieron a los dichos de Edwards, esgrimiendo que lo señalado por el economista relativizaba el valor de las humanidades al no reconocer el rol fundamental que éstas cumplen en la sociedad. Sin embargo, ¿es únicamente la importancia de las humanidades lo que cuestionó Edwards en su entrevista? ¿No hay acaso otras consideraciones importantes que pueden extraerse a partir de lo declarado por el economista? La respuesta es que sí.
Becas Chile financia postgrados con la finalidad de formar capital humano avanzado que pueda contribuir en el mediano y largo plazo al perfeccionamiento de nuestra sociedad en sus distintas áreas de desarrollo. En tal sentido, el Estado chileno invierte recursos económicos en estudiantes de excelencia que buscan especializarse en algún área del conocimiento para que estos últimos, al culminar sus estudios, contribuyan con tal conocimiento al sector privado y/o público. Por ende, el Estado espera que su inversión en capital humano implique también un retorno para Chile.
En tal contexto, ¿suponen las humanidades un área del conocimiento significativa que debe ser financiada por este tipo becas si uno piensa en el retorno de la inversión? Ciertamente. Las humanidades contribuyen sin duda al desarrollo de nuestra sociedad, por ejemplo, mediante la puesta en escena de interrogantes asociadas al porqué un fin debe ser perseguido más que al cómo este último debe ser alcanzado. Empero, el problema de Becas Chile y el financiamiento de las humanidades no se relaciona únicamente con el valor que estas últimas puedan tener, sino que más bien con otra dificultad, la cual se vincula a la oferta y demanda de humanistas en el país.
Actualmente, en Chile las instituciones educativas superiores no tienen plazas suficientes para los especialistas en humanidades, hay un limitado espacio para ellos en las organizaciones no gubernamentales, así como también existen empresas que aún no piensan en los humanistas como una alternativa seria de contratación. Ante estas circunstancias, ¿cómo van a contribuir los humanistas a la sociedad si carecen de un lugar idóneo para hacerlo? ¿Vale la pena financiar las humanidades cuando existe una sobreoferta de doctores y maestros en esta área? ¿No estamos acaso creando individuos especializados en las humanidades, pero frustrados dado que no pueden desplegar sus talentos en la sociedad chilena?
Conforme a lo anterior, es cierto que la inversión económica en las humanidades es necesaria. Empero, declarar que esta área del conocimiento es valiosa no basta. La formación de capital humano avanzado en humanidades no funciona si no existen mecanismos de inserción laboral –mejores que la Subvención a la Instalación en la Academia– para quienes obtuvieron sus grados mediante Becas Chile. Además, tampoco funciona si no hay un mercado que desee y/o sea capaz de absorber a los doctores y maestros humanistas formados gracias al financiamiento estatal. En tal sentido, reducir el financiamiento en esta área sólo por un periodo de 10 años con el fin de disminuir a la sobreoferta no parece ser tan descabellado. Esto, siempre y cuando en tal periodo se aborden los problemas aquí mencionados y no se desprecie el valor que las humanidades tienen en nuestra sociedad.