Eduardo Schindler – Zürich, Octubre 2024
Tipo 500 a.C. Esopo escribió “La gallina de los huevos de oro”. Gracias a un huevo diario, el campesino más pobre se convirtió en el más rico. Pero perdió la virtud de esperar, y mató a la gallina para apoderarse de la “mina” al interior que generaba los huevos. Al poco tiempo estaba de vuelta en la miseria de otrora.
Pasan 2.500 años y hay gente que se empecina en repetir la historia. A diferencia del campesino, en Chile prefieren descuartizarla a punta de retiros.
Con una tasa de ahorro del 4% del PIB, Chile vivía en la anemia socio-económica común a las naciones del continente – mendigos del FMI, Banco Mundial, BID, etc. Entre los múltiples cambios estructurales introducidos bien antes de 1990, el reemplazar el sistema de reparto por uno de capitalización es sin duda la medida que más contribuyó (por lejos) a sacar a Chile de su miseria centenaria.
Al poco andar, la tasa de ahorro superó el 20%, el PIB creció a tasas nunca vistas, y la capitalización de la bolsa pasó de un mísero 11% al 180% de un PIB que era casi 3 veces superior a cuando se introdujo el sistema en 1981. Chile generó, por primera vez en su historia, una fuente creciente de “capital” financiero propio y de largo plazo. Esta vez no tardó en llegar lo que hasta entonces todos prometían y ninguno fue capaz de entregar: millones de personas que salen de la miseria, mayor empleo y mejores condiciones laborales, capital para invertir en proyectos de gran envergadura y financiar la industria, desarrollo de las regiones, eliminación de déficits fiscales, reducción de la deuda pública, acabar con la inflación que evaporaba los pocos ahorros de las generaciones precedentes, etc.
Además, segmentos de la sociedad que no tenían ninguna forma de ahorro empiezan a recibir cartolas con el crecimiento regular de “su platita para la vejez”. Y sin necesidad de grandes explicaciones, toda la gente aprende el mensaje: cuando a la bolsa le va bien, a mi también me va bien. El resultado es que Chile experimentó la desaparición, como por magia, de las centenas de costosas huelgas motivadas con afán de activismo político. Asimismo, el sistema entrega una flexibilidad para decidir cuándo y cómo pensionarse que es la envidia de tantas naciones que experimentan grandes desmanes ante cualquier intento de cambiar la edad del pensionamiento asociado al rígido sistema de reparto.
Y es también durante su ascensión hacia los mejores niveles de solidez y credibilidad en su historia, que el país comienza a experimentar la llegada de inversión extranjera directa como nunca antes. Por primera vez, y a pesar de estar pasando por la inmensa crisis conocida como la “década perdida de Latinoamérica”, hay empresas extranjeras que a inicios de los años 80 comienzan con proyectos que requieren no menos de 10 años de desarrollo, y con un costo total superior a los US$ mil millones por proyecto. Huelga decir que en aquel entonces, ni Codelco o cualquier otra entidad del Estado chileno, y todavía menos ningún grupo privado criollo, estaba en condiciones de financiar ni siquiera uno de estos proyectos de gran envergadura. De paso, Chile puso fin a su peligrosa y perenne dependencia de Codelco como mayor fuente de divisas de la nación. Para ponerlo en perspectiva: en el 1981, Codelco era la empresa más grande del país (por lejos), y producía unas 900 mil TM que representaban el 85% del total. En el 2023 su producción fue de 1.324 mil TM siendo apenas unos 20% del total (eran casi 1.800 mil TM en el 2005, y con una ley minera al doble de la actual). En otras palabras, en sólo 40 años, y gracias también a una muy exitosa ley de inversión extranjera, el sector privado produce ya unas 3 veces los volúmenes de la empresa estatal. Entre tanto, los ingresos de divisas de Codelco son apenas unos 6% del total de exportaciones, cuando llegaron a ser casi el 60% en los años más críticos. Y se han acumulado nada menos que unos US$ 350 MM de inversión extranjera – en su gran mayoría en las regiones.
Muy poco de los múltiples e históricos logros descritos más arriba habrían tenido lugar sin la llegada de “la gallina de los huevos de oro” en el 1981. Paso a paso Chile se convierte, como el campesino de Esopo, en el país más rico, innovador, creíble, respetado y con el mejor rating de riesgo soberano (más bajo) de todo el continente.
Suiza, por su parte, también pasó por la tentación de poner la “gallina” en las manos exclusivas y monopólicas del Estado. Pero a diferencia de otras naciones, aquí las decisiones las toma la mayoría de la gente y no unos pocos “sabios” de la clase política.
Después de recibir un SI al 80% en un referendo en junio de 1947, se implementó un sistema de reparto obligatorio, único y estatal a partir de enero del 1948 (el AHV). Pero no pasó mucho tiempo para que las autoridades se dieran cuenta que el sistema no estaba en condiciones de hacerle frente a las obligaciones de pagos que se le vienen encima. El mantener el AHV en condiciones de operar se ha traducido en una busqueda exasperante y permanente de cómo pagar menos y recaudar más. De hecho, las deficiencias estructurales del sistema son uno de los pocos problemas de gran tamaño que se arrastra ya por generaciones y que están todavía irresueltos en Suiza. Entre tanto, y hasta la fecha, se han aprobado un total de 10 revisiones, y se han rechazado (por la vía del referendo) varias propuestas de revisión promulgadas por las autoridades como también algunas iniciativa populares sobre este tema.
Un momento muy importante en este periplo de reformas aceptadas y rechazadas tuvo lugar en diciembre del 1972. En esta ocasión se referendaron dos temas respecto al sistema. Una iniciativa popular que proponía extender el AHV y estatizar todos los ahorros previsionales ya hechos por las personas en forma privada desde inicios de los años 60. Y una propuesta de las autoridades de mantener el sistema de reparto y combinarlo con uno nuevo de capitalización privado obligatorio – llamado BVG, y que es en esencia equivalente al sistema de las AFPs en Chile.
El 85% de la gente votó NO a un sistema único de reparto estatal. Y el 74% votó SI a la adición del sistema de capitalización – el cual fue implementado a partir de enero del 1985. Gracias a la madurez y emancipación cívica que se desarrolla al votar temas de referendo cada tres meses, la gran mayoría de los suizos no tuvo ninguna dificultad (i) en no comportarse como el campesino, ni tampoco (ii) en reconocer que el poner la “gallina” en manos del Estado no es una buena idea – a pesar de que la credibilidad y el funcionamiento del Estado suizo está entre los mejores del planeta.
Desde entonces los dos sistemas coexisten. Pero hay grandes diferencias. Con casi 80 años de existencia, el AHV operado por el Estado maneja sólo CHF 50 MM, es un item mayor del gasto público, logra pagar una pensión que cubre apenas un 30% de los gastos básicos de la gente, y está técnicamente quebrado – ya que en algunos años no estará ni siquiera en condición de pagar las pensiones en su totalidad. Por el contrario, y con sólo 40 años de operaciones, el sistema de capitalización es operado a través de unas 1.350 cajas de pensiones (muchas grandes empresas tienen una propia), maneja ya unos CHF 1.100 MM (140% del PIB), crece regularmente, está en excelente salud, las personas pueden utilizar sus fondos como garantía para deudas hipotecarias y comprar casa, y los pagos mensuales cubren el 50% o más de las necesidades financieras de la gente. No hay por dónde perderse.
Esopo cuenta que cansadas de vivir en la anarquía y la pobreza, las ranas le pidieron a Zeus que les mandara un Rey para colocar órden, seguridad y promover la prosperidad. No contentas con lo que les mandó, se fueron a quejar y exijieron otro tipo de Rey. Zeus les mandó una serpiente que comía ranas.
Como Suiza, Chile también puede aprender a no repetir la historia – y con ello evitar el destino del campesino y las ranas. Basta que la gente tenga el derecho político a referendar en forma periódica. Ya ahora. La gente puede votar SI o NO a los retiros, y a todo tema de interés. Y con ello aprenderán, referendo tras referendo, a identificar y rechazar el dañoso engaño que se esconde tras las tentadoras proposiciones del tipo “pan para hoy, hambre para mañana” hechas por quienes llaman a descuartizar la “gallina” – muchos de los cuales lo hacen sólo por rencor al grandioso triunfo de ideas contrarias a su fanatismo por doctrinas obsoletas y fracasadas.
Al final, lo que cuenta es que más allá del SI o NO que gane en una u otra votación, la nación logra desarrollar una memoria colectiva que la protege de cometer siempre los mismo errores, y millones de compatriotas aprenden a anticipar, sopesar, respetar y asumir las consecuencias de sus propias decisiones – en vez de padecer y quejarse de aquellas impuestas por las autoridades. Se llama libertad.
Link de presentación sobre el derecho a referendar para la Fundación Chile Descentralizado: https://youtu.be/t-W-u7BznsU