La tecnología que distorsiona rostros y voces distorsiona también el voto

Por: Andrés Alfaro, Subdirector del Departamento de Ingeniería en Informática y Ciencias de la Computación.

A pocos meses de las elecciones presidenciales y parlamentarias, la ciudadanía estará expuesta a una avalancha de información sobre los distintos candidatos y candidatas. Sin embargo, no toda esa información será veraz.

Los Deepfakes, fake news y bots son herramientas clave en la difusión de desinformación. Los deepfakes son contenidos audiovisuales generados por inteligencia artificial (IA) que simulan rostros, voces y escenas falsas con gran realismo, lo que dificulta distinguirlos de lo real. Aunque tienen usos positivos, también se usan para manipular, acosar o estafar. Las fake news son informaciones falsas difundidas intencionalmente para manipular opiniones, dañar reputaciones o generar clics, y suelen viralizarse en redes sociales. Los bots son programas automatizados que, en contextos maliciosos, simulan personas para viralizar contenidos falsos y manipular el debate público.

El uso malicioso de la inteligencia artificial en campañas electorales plantea riesgos crecientes para la democracia. En EE. UU., los deepfakes llevaron al 36% de los votantes a cambiar su decisión. A nivel mundial, el 80% de los países con elecciones en 2023 usó inteligencia artificial generativa, muchas veces sin autoría clara y con contenido nocivo. Expertos advierten una nueva fase electoral marcada por manipulación algorítmica, polarización y hackeo cognitivo.

¿Qué está dañando el debate público y nuestras democracias? Los algoritmos de redes sociales no son neutrales ni inocentes: están diseñados para recolectar cada dato de nuestra interacción: clics, tiempo de permanencia, emociones y procesarlos mediante inteligencia artificial para predecir y modificar nuestro comportamiento. Este modelo responde a la llamada economía de la atención, cuyo fin no es solo retenernos, sino también influir activamente en nuestras decisiones, reforzar nuestras creencias y manipular nuestro estado de ánimo. En estos sistemas, los usuarios no son los clientes, sino la materia prima. Los verdaderos beneficiarios son las empresas, aseguradoras, actores políticos y agencias que pagan por esa capacidad de moldear nuestras percepciones.

Es innegable que el ecosistema actual de desinformación digital, amplificado por el uso malicioso de la inteligencia artificial, puede interferir en un debate público transparente y debilitar la confianza en las instituciones democráticas. ¿Qué hacer frente a este escenario? A pocos meses de las elecciones, comprender qué es la inteligencia artificial, cómo funciona y cómo puede ser utilizada con fines engañosos es más urgente que nunca. Para proteger nuestro voto y participar de manera informada, resulta esencial verificar la información (fact-checking), desarrollar pensamiento crítico y adoptar un escepticismo informado: contrastar fuentes, desconfiar de contenidos sospechosamente perfectos y exigir transparencia en el uso de estas tecnologías.

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