Por Paloma Fernández Valdés, concejala.
Hoy, como tantos otros, no fue un día para celebrar, sino para conmemorar. El 25 de marzo del 2015 quedó grabado a fuego en la memoria, la piel e incluso, el espíritu, de gran parte de quienes habitamos esta tierra, especialmente Copiapó, Tierra Amarilla, Paipote, Chañaral, El Salado, Diego de Almagro y Alto del Carmen. Sobre todo entre quienes perdieron a seres queridos y/o el trabajo de toda una vida. Finalmente, en todas las personas que sufrimos la inclemencia de una de las mayores catástrofes naturales que han afectado a nuestra región de Atacama.
Hoy, cuatro años después de “el aluvión”, tuve el privilegio de recordarlo en compañía de jóvenes y artistas de Atacama, gracias a la invitación que gentilmente me extendieron la Fundación Ser Humano y la escuela Hernán Márquez Huerta de la localidad de Paipote para participar en la inauguración de tres murales conmemorativos de ese hito histórico en sus calles.
Hoy, mientras se desarrollaba la ceremonia, pude percibir la potente energía que emanaba de todos y todas las allí convocadas. Era la fuerza de la resiliencia, de la esperanza en el cambio, de la convicción en conseguirlo, pero también de la legítima exigencia hacia nuestras autoridades y clase dirigente para no seguir esperando y que la reconstrucción efectivamente se materialice en su totalidad. Para que llegue hoy a los rincones donde sigue pendiente.
Porque si bien artistas, creadores y habitantes de Atacama herederos de la fuerte voluntad que históricamente caracterizó a nuestros ancestros, pueden transmutar lo negativo en expresiones luminosas, señeras de otro futuro posible y mejor, quienes gobernamos y representamos a nuestros coterráneos tenemos el deber de brindarles las condiciones necesarias para que aporten lo suyo a nuestro desarrollo colectivo.
Y eso debe ser hoy, no mañana.
