Pablo T. Silva Jordán
Especialista en Recursos Hídricos, Formation Environmental
Este 6 de octubre, Día Mundial del Hábitat, nos convoca a enfrentar un desafío crítico: convertir las respuestas a crisis extremas en soluciones urbanas sostenibles. A nivel global, más de 122 millones de personas están desplazadas y un porcentaje creciente busca refugio y oportunidades en las ciudades.
En Chile no enfrentamos desplazamientos forzados por conflictos bélicos, pero sí padecemos un desplazamiento silencioso: la escasez hídrica empuja a miles a abandonar zonas rurales y periurbanas precarias, saturando la capacidad de nuestras metrópolis.
En la zona central de Chile, la nueva normalidad se caracteriza por una tendencia a la disminución de la nieve en la cordillera y la persistencia de patrones climáticos extremos, lo que ha llevado a cuencas como Maipo, Aconcagua y Maule a un estado de estrés hídrico permanente, ya sea por déficit (más habitual) o superávit de precipitaciones.
La respuesta tradicional de “esperar que llueva” ha alcanzado su límite. Hoy, el agua deja de ser una variable económica para convertirse en la prioridad ineludible de nuestra resiliencia urbana.
Esta crisis hídrica se ha convertido en un catalizador de vulnerabilidad. La presión sobre recursos superficiales y subterráneos se intensifica, poniendo en riesgo el acceso equitativo al agua y al saneamiento, pilares de un hábitat digno. Esta tensión se acentúa en asentamientos informales y en áreas de crecimiento no planificado, donde la falta de agua diaria es fuente de desigualdad. Si la ciudad no garantiza este recurso básico, falla en su misión fundamental de inclusión.
Para honrar el espíritu del Día Mundial del Hábitat, Chile debe abandonar la gestión reactiva y adoptar un enfoque de resiliencia hídrica integral a escala de cuenca. Esto implica reconocer que no existe una única tecnología milagrosa, sino la combinación estratégica de soluciones adaptables e implementables:
- Infraestructura Hídrica Integrada: maximizar el uso de soluciones verdes —recuperación de humedales y recarga artificial de acuíferos— para almacenar agua y mitigar desastres. Esto debe complementarse con infraestructura gris de nueva generación, reutilizando agua para usos no potables y aplicando desalinización en zonas costeras, liberando recursos superficiales para consumo urbano.
- Gobernanza basada en la Inteligencia: implementar Gestión Hídrica 4.0 mediante tecnologías geoespaciales (sensores, modelación predictiva y trazabilidad) para mapear la vulnerabilidad y planificar la extensión de servicios. En manos de una gobernanza integrada y transparente, estos datos convertirán los Planes Estratégicos de Gestión Hídrica en acciones concretas que aseguren la equidad.
La sostenibilidad del hábitat chileno no se medirá solo por el número de viviendas nuevas, sino por la capacidad de nuestras ciudades para garantizar servicios básicos —especialmente el agua— a todos sus habitantes. Solo mediante una estrategia coordinada, decidida y tecnológicamente informada podremos transformar la crisis climática en una oportunidad para construir ciudades inclusivas, resilientes y sostenibles.