Trabajo invisible, riesgos visibles: la realidad de los recolectores de huiro

Por Mg. Daniela Muñoz Marín Universidad Central de Chile sede Región de Coquimbo

La extracción del huiro palo, es una labor silenciosa que sostiene la economía de muchas familias en las caletas del norte chico, es también una de las actividades más invisibilizadas dentro del rubro laboral artesanal chileno. Tras la aparente calma del mar, cientos de hombres y mujeres realizan un trabajo extenuante y peligroso, muchas veces sin contratos, sin seguro y sin atención médica garantizada. En su esfuerzo cotidiano por sobrevivir, enfrentan no solo las inclemencias del clima y el mar, sino también la precariedad estructural que caracteriza al sector pesquero artesanal.

En el estudio realizado por estudiantes de la Carrera de enfermería de la U.Central, durante el año 2024 en caletas de las regiones de Atacama y Coquimbo se evidencia una realidad que debería interpelar al país. Más del 70 % de los recolectores encuestados supera los 20 años de oficio, pero la mayoría no cuenta con protección social ni conoce los riesgos específicos de su labor. Ocho de cada diez no realiza actividad física regular, casi la mitad fuma y más de un tercio consume alcohol con frecuencia. Lo más alarmante es el bajo nivel de conocimiento sobre los riesgos laborales: solo un 14 % demostró un dominio adecuado sobre medidas preventivas. Estos datos no solo describen una condición sanitaria, sino una desigualdad histórica.

La informalidad laboral no es un accidente: es un síntoma de abandono. La falta de regulación, capacitación y vigilancia sanitaria deja a estas comunidades marinas al margen de la salud pública. Detrás de cada cifra hay cuerpos desgastados, dolores crónicos, fatiga y un silencio aprendido que normaliza la precariedad. Y, como ocurre en tantos otros oficios invisibles, la ausencia de reconocimiento social multiplica el riesgo psicológico y emocional.

Frente a este panorama, la enfermería tiene una tarea ética y estratégica. No basta con asistir al enfermo que llega al centro de salud; se trata de llegar antes, de intervenir en los territorios donde la enfermedad se gesta. Promover salud en contextos costeros exige una mirada integral que combine educación sanitaria, prevención de riesgos laborales y acompañamiento comunitario. Las universidades, los servicios de salud y las organizaciones locales deben articularse para construir políticas que reconozcan al recolector de huiro como sujeto de derechos y no solo como mano de obra.

La pregunta de fondo es qué tipo de país queremos construir: uno que siga extrayendo riqueza natural a costa del bienestar humano, o uno que asuma que proteger la salud de quienes viven del mar es también proteger el pilar social que nos sostiene. Reconocer esta problemática de salud pública es poder convertir a esta población invisibilizada en una comunidad escuchada y no sólo intervenida por ganar proyectos y sólo cumplir con indicadores, sino que poder entregar cambios sustanciales desde el origen, que es la articulación en red de la salud, la educación, la política y la comunidad, que muestre un real cambio de impacto para la población.

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