Por: Felipe Lorca, Gerente General de EVoting.
La verdadera transformación hacia la digitalización es, ante todo, un cambio cultural. Por ejemplo, en Estonia, cada persona ahorra cerca de cinco días al año gracias a la firma digital y todo lo que esto involucra. Esto no se trata solo de eficiencia administrativa, es la demostración de cómo un país puede transformar la vida cotidiana cuando adopta plenamente una cultura digital.
En Chile, contamos con la tecnología necesaria para digitalizar procesos que tradicionalmente eran presenciales. Un ejemplo son las juntas de accionistas y las consultas ciudadanas, que cada vez se realizan más de forma electrónica, facilitando la inclusión, la agilidad y la transparencia. Estas experiencias muestran que la modernización es viable y puede optimizar diversos ámbitos de nuestra vida reduciendo costos, riesgos logísticos y tiempos de espera.
La digitalización de procesos, sin embargo, no depende solo de la tecnología, sino de la cultura. Como dice Marten Kaevats, ex asesor digital de Estonia, país referente en el área: “No tiene nada que ver con lo tecnológico, tiene todo que ver con la mentalidad de las personas y la cultura. En términos tecnológicos, este cambio es muy rápido, pero desde la perspectiva cultural tarda tiempo”.
Desde nuestra experiencia, hemos visto que muchas personas sienten que este cambio será complicado o poco seguro. Pero una vez que lo experimentan, descubren que puede ser simple, transparente y beneficioso. El miedo inicial al cambio suele desvanecerse al comprobar que la tecnología puede facilitar y acercar el ejercicio democrático, en lugar de alejarlo.
Más que preguntarnos qué le falta a Chile para instaurar la digitalización tal vez debamos reflexionar sobre cómo promover una cultura de confianza y apertura hacia la innovación. Porque, al final, la digitalización no debería distanciar a las personas, sino acercarlas a la participación.







