José Manuel Bellalta
Gerente General, GB Cinco Ambiental
El 5 de diciembre, Día Mundial del Suelo, nos recuerda que bajo nuestros pies existe un sistema vivo que sostiene la alimentación, el agua y la salud de las personas.
En Chile existen miles de sitios con potencial presencia de contaminantes que hoy permanecen inutilizados o sin un responsable claro. Muchos de esos pasivos provienen de antiguos predios industriales, estaciones de servicio, depósitos de residuos o asentamientos informales, y condenan a comunidades vulnerables a vivir en entornos inseguros. En el ámbito urbano, la contaminación suele manifestarse como hidrocarburos en el subsuelo, compuestos orgánicos volátiles que generan riesgo por inhalación, metales pesados en capas superficiales y residuos que favorecen la proliferación de vectores. La exposición crónica a estos agentes impacta la salud respiratoria y neurológica, el desarrollo infantil y aumenta la carga sobre los sistemas sanitarios.
La remediación ya no es una promesa lejana: existen soluciones técnicas eficaces y escalables para devolver seguridad a terrenos contaminados como la aplicación de tecnologías in situ como la extracción de vapores del suelo (SVE) combinada con oxidación catalítica (KatOx), que destruyen contaminantes orgánicos y reducen plazos de saneamiento de décadas a meses o pocos años.
Sin embargo, la tecnología por sí sola no basta. La remediación efectiva exige diagnósticos rigurosos, monitoreo continuo y control de calidad para evitar movilizar contaminantes durante las intervenciones. También requiere criterios claros para priorizar sitios, modelos de financiamiento mixto y marcos regulatorios que definan responsabilidades y estándares técnicos. La ausencia de un catastro sectorial por superficie y la dispersión de datos impiden dimensionar el problema y planificar a escala; por eso es urgente cruzar registros de sitios contaminados con capas territoriales y abrir la información para que las decisiones sean transparentes y eficaces.
La dimensión social es ineludible. En asentamientos informales, el desalojo sin remediación deja el problema intacto: el terreno sigue siendo tóxico. Esta debe ser condición mínima para garantizar el derecho a vivir en un entorno sano y, al mismo tiempo, una oportunidad para habilitar suelo para vivienda, equipamiento y espacios públicos. Convertir pasivos ambientales en activos urbanos seguros es una forma de justicia territorial que además puede destrabar inversión y ayudar a enfrentar el déficit habitacional.
En este Día Mundial del Suelo hacemos un llamado a priorizar la identificación de sitios de riesgo, a financiar remediaciones con criterios de salud y a aplicar la ciencia y la tecnología disponibles para devolver seguridad a los territorios. Con voluntad técnica y política es posible sanar el subsuelo y garantizar entornos más seguros para todos.







