DELFINA MARÍA HIDALGO Desde la nortinidad una pionera referente del siglo XIX

 

 

Por Alicia Mondaca

 

No es posible hablar de las grandes proto-feministas en Chile, sin dejar de resaltar que algunas de ellas tienen sus raíces en el norte tantas veces olvidado por la historia oficial.

Rosario Orrego nacida en Copiapó 1834. Fue editora, escritora, intelectual, reconocida y nombrada miembro honorario de la Academia de Bellas Letras de 1873, de quién se dice fue la primera novelista chilena, y jugó un papel importante en el proceso; la primera en fundar y dirigir una publicación periódica: Revista de Valparaíso.

Lucrecia Undurraga, nacida en Illapel en 1841, contó con una prolífica producción, pionera en el ensayo de género en Chile. Fue periodista, narradora, escribió discursos, obras teatrales, cuentos y artículos; escritora que defendió con energía lo que se llamó: “La emancipación de la mujer”. Y le valió el reconocimiento de intelectuales de la época, tanto en el país como en el extranjero. Así, también, le valió el rechazo de algunos sectores. Colaboró con ensayos en la Revista de Valparaíso dirigida por Rosario Orrego. Lucrecia, afirmaba la urgencia de ilustrar a la mujer, había que erradicar la ignorancia en pos de la igualdad de género, de un progreso personal y de la nación. Bajo el alero de este pensamiento, funda: LA MUJER, periódico semanal (Imprenta de la librería del Mercurio, 1877). En este periódico contó con la participación de mujeres tanto de regiones como de Santiago, a través de artículos de historia, política, literatura, artes y localidad que versaban el siguiente lema: “regeneración y emancipación de la mujer”.

Es en el interior de este corpus de veinticinco números impresos de LA MUJER, donde descubrimos nuestro emblemático poema y a su autora Delfina María Hidalgo. Llegan hasta nuestros días gracias a una investigación y reedición íntegra realizada en diciembre del 2018 (La mujer, primer periódico de la mujer; Universidad Adolfo Ibañez y Editorial Cuarto Propio). En el año 2016, un equipo compuesto por la doctora en literatura e investigadora Verónica Ramírez Errázuriz, la historiadora e investigadora Carla Ulloa Inostroza y el bibliófilo Manuel Romo Sánchez, comienzan a analizar el periódico La Mujer y las publicaciones de mujeres entre los años 1840 y 1899. Es importante señalar que la investigación arrojó como resultado que el supuesto primer periódico de chilenas Eco de las Señoras de Santiago (1865), fue una falsificación escrita por hombres. Esta investigación, además, da cuenta de la importancia que tuvo para la época el periódico LA MUJER, momentos en el que se luchó por el derecho de la mujer a la educación superior, el desarrollo de sus potencialidades, en medio de grandes tensiones políticas, ideológicas, laicales-religiosas.

En 1877 la historia chilena vive momentos claves en la puesta en valor de los derechos de la mujer, donde se revindica el acceso igualitario a la educación. Las pioneras impulsan sus objetivos para ser parte de la opinión pública, cultivar la “literatura, las ciencias y las artes”. No olvidar que en febrero de ese año fue promulgado el decreto Amunátegui, que garantizaba el acceso a la educación universitaria de las mujeres.

Es en este contexto, que Delfina María Hidalgo perfila su genio. Nace en 1862 en Copiapó. Su primera publicación es en el diario El Constituyente en 1876 a los 14 años. Colaboró en: El Atacama, La voz del Estudiante, La Revista Literaria, El Heraldo, El Imparcial, El trabajo, Las Novedades. Formó parte de la Redacción del Diario de Antofagasta: El pueblo chileno, en el que estuvo a cargo de la “Revista de la Semana” y, en 1879, publicó poemas en La Alianza Evangélica (1879-1885). Época en que Atacama era la capital cultural y económica de Chile.

Participa, en 1887, en el certamen Federico Varela con el pseudónimo de Violeta, donde es premiada en el segundo tema del concurso “Poesía Lírica”. Mereció el reconocimiento como “la mejor colección de composiciones inéditas de poesía del género sugestivo o insinuante, de que es tipo el poeta español Gustavo A. Bécquer, premio de 500 pesos”. En este mismo concurso, participó junto a Rubén Darío y a Julio Vicuña Cifuentes —serenense y revolucionario Constituyente—, siendo seleccionada entre las obras más distinguidas.

En 1878 fue nombrada miembro honorario del Círculo Literario de Copiapó. Al año siguiente, fue premiada por una de sus novelas en el certamen por la Academia de Ensayos Literarios de Antofagasta.

Su libro Ensayos poéticos, en 1880, fue ovacionado, especialmente, por la prensa y le valió el reconocimiento de la crítica. Además, escribió los ensayos: Dos clases de poesía, Ciencia e inteligencia; los dramas: Dime con quién andas… y La Instrucción de la Mujer.  En 1883, se radicó en San Fernando, lugar donde fundó un colegio superior de niñas y colaboró en publicaciones como La juventud de San Fernando, La libertad de Talca y El ferrocarril de Santiago. También, publicó una recopilación de poesías con su marido, Alberto Morán: Poemas del Hogar; educativos, morales, patrióticos (Imprenta Moderna Santiago, s/f.).

Su obra, sus conocimientos literarios y personalidad, llamaron la atención y el reconocimiento de connotadas personalidades del mundo intelectual, como Pedro Pablo Figueroa, el cual la hizo parte de su Diccionario Biográfico Nacional (1550-1892), Tomo III, Santiago. José Toribio Medina la validó en el estudio realizado: La literatura femenina en Chile (Cfr. “Medina, historiador de la literatura chilena”; Atenea, Vol. XXXIV, Tomo CVII, página 290). Junto a todo lo anteriormente dicho, la escritora lleva como bastión el haber sido la primera poeta de Antofagasta y haberse situado entre las poetas más importantes del país, una vez ya residiendo en la ciudad, cuando publica su volumen de poesías con el título: Ensayos poéticos (1880).

Delfina formó parte en un momento de la historia republicana, de un grupo de grandes mujeres impulsoras de cambios denominadas: “Las pioneras”, tanto como editoras, literatas y docentes, junto a Mercedes Marín del Solar, Rosario Orrego, Quiteria Varas, Martina Barros y otras tantas que lograron apropiarse de diversos modelos discursivos. Tuvieron ellas una férrea voluntad de estilo; se afiataron en el fenómeno cultural político, luchando por un poder enunciativo e interpretativo que dio pie para consolidar aún más la dignidad del género femenino, aun cuando el medio era adverso, fundando un rol social femenino más allá de la maternidad y lo hogareño.

Que este sublime poema de Delfina María Hidalgo, su obra y la de tantas otras, se empine por sobre el olvido, para reconocernos en el rostro de la historia desde otro siglo con sus desafíos, para saber que podemos coger las perlas de este legado entre las manos y decirnos desde nuestra nortinidad que tenemos un basamento identitario para el mundo.

Corría el año 1877 y Delfina María Hidalgo publica a los 15 años, estos excelsos versos en el primer periódico de mujeres en Chile llamado: La Mujer. El poema La mujer se despliega, como un torso desnudo, en vuelo hacia otro paraje. Es imperecedero el verso cuando se preludia desde un presente transgresor a un futuro liberador. Acá llegan sus voces, a un pleno siglo XXI: “Hay una luz que en el espacio brilla,/ emblema de la ciencia y del saber;/ hay una flor purísima y sencilla,/su nombre es la mujer.// Nombre acatado del progreso humano,/ astro de melancólico fulgor,/ ser que maneja con discreta mano/ su vástago de amor!// Si escucháis ese acento enternecido,/ las voces de su justa aspiración,/ veréis que Chile de la ciencia ha sido/ se eleva a otra región:// A la esfera divina y luminosa,/ al templo sacrosanto de virtud,/ donde se alza feliz y majestuosa/ la excelsa juventud.// ¿Por qué vetarle a la mujer la ciencia?/ por qué encerrarla en su modesto hogar,/ si el Arquitecto diole inteligencia/ a la del hombre igual?// ¿Por qué no darle a la mujer aliento/ cuando pide la sabia ilustración?/ ¿Por qué, pues, se amedrenta/ al pensamiento/ en lóbrega prisión?// Dejad que la mujer tienda su vida/ hacia la cumbre del progreso ya;/ dejadla que penetre hasta ese cielo/ donde la gloria está.// Dejad que lleve su gigante paso/ a la región sublime del saber:/ ¡Veréis que crea un mundo, nuevo ocaso,/ la voz de la mujer!”.

La mujer de Delfina María Hidalgo es un poema fresco, lúcido, álgido en la promesa del despertar de la mujer como sujeto histórico. Su estructura se alista en el estilo dentro de un contexto literario-político de la época en Chile; se erige como baluarte en un medio social en que se pretende expresar la crítica contra un sistema que excluye a la mujer, que confronta la apetencia masculina de monopolizar la cultura, la historia, el saber, la autoridad intelectual; se convierte en un símbolo, el cual emerge en un periodo en el que la musa se convierte en una intelectual, empoderada de la autoría de su producción artística.

Es un tiempo embrionario en Chile y Latinoamérica, en el cual comienzan a circular nuevos discursos y epistemologías como el feminismo. Es aquí, donde el positivismo abre un cause por el que Delfina María Hidalgo y otras pioneras editoras y literatas transitan, para poner en la palestra la categoría “mujer”, el espíritu cientificista de esos años que sirvió de base. Aquí la instrucción, el progreso, el laicismo, se vuelven temas centrales.

Todas estas reflexiones inaugurales sobre la mujer en Chile de las cuales Delfina es parte, las encontramos desarrollándose en la letra impresa, que se materializa en diversos formatos como el folleto, periódicos, revistas, diarios, el libro en el siglo XIX.

No es fácil el camino, puesto que la escritura femenina implicaba un peligro, una transgresión a la norma que naturalizaba su silencio, significó por tanto un desafío al poder patriarcal establecido.

 

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