Cada vez que tenemos la ocasión de cruzar el Puente Huasco, nos resulta un grato placer mirar desde su cima la generosa vegetación del sector Chamonate, como así también respirar el aire puro que huele a hortalizas, gracias al río cristalino que las riega y luego se pierde en el horizonte.
Sin embargo, este puente teje una triste historia en su génesis, más bien dicho: una trágica y dolorosa historia. Pero, para ser exactos, habría que decir que estamos hablando del puente antecesor o, en estricto rigor, de la obra anterior, puesto que no alcanzó a constituirse en un puente propiamente tal, ya que se vino abajo en plena construcción el 9 de mayo de 1967, es decir, un dia como mañana, pero de hace 53 años, provocando entonces la muerte de 8 operarios y dejando una estela de 20 obreros y técnicos gravemente heridos.
Las nuevas generaciones de vallenarinos y huasquinos en general, han escuchado historias sobre este horroroso hecho por relato de sus padres o abuelos, y todos coinciden en que constituye la desgracia más grande que recuerden los habitantes de este valle, un infortunio que, a juicio del historiador Jorge Zambra, provocó “un traumatismo en el ánimo de los vallenarinos”.
Pero este lamentable episodio comenzó a tejerse en 1964, cuando paradojalmente el Estado de Chile terminó de construir la Carretera Panamericana. En aquel entonces, el Gobierno se percata que para que nuestro país quede efectivamente unido desde Arica hasta Puerto Montt, faltaba un tramo a la altura de Vallenar, lo que obligaba a construir un puente sobre el río Huasco. La falta de esta conexión obligaba a los buses interprovinciales y camiones de alto tonelaje entrar a Vallenar, causando enormes problemas de congestión vehicular, de modo que la construcción de esta obra fue vista con buenos ojos por la comunidad local.
Las obras de este puente que iba a tener 195 metros de largo, calzadas de 8 metros de ancho y una altura de 60 metros se iniciaron en 1965 y su entrega estaba proyectada para octubre de 1967, es decir, para cinco meses después de su desgraciada caída.
El diseño de este puente era de tipo tubular, considerado la última palabra en modernidad en el mundo entero, con un costo mucho más elevado que los habituales. La firma constructora Yaconi Hermanos decidió utilizarlos, debido a que eran de una maniobrabilidad extraordinaria. Sin embargo, el costo humano fue mucho más elevado que el costo material.
Cerca de 20 personas resultaron heridas y ocho trabajadores murieron en el lugar; sólo uno de ellos era oriundo de Vallenar. Su nombre: Osbaldo Leyton Hidalgo, tenía apenas 17 años y era jornalero. “Sentimos un estruendo y vimos una nube de polvo. Cuando llegamos no lo pude ver. Tenía la cabeza rota por la mitad”, cuenta su hermana Olga Leyton. Efectivamente la ficha de defunción del joven constata que la causa de muerte fue un traumatismo encéfalo craneano. Su acta es la primera que tiene como lugar de muerte el sector del puente.
Esta desgracia mantuvo a Vallenar y a la provincia del Huasco en un duelo general. El dolor de los vecinos se palpaba en el aire. El día del funeral de las víctimas, toda la ciudad se volcó al cementerio: los trabajadores hicieron un alto en sus faenas, los estudiantes llegaron con sus profesores, el comercio cerró sus puertas. Fue un día de dolor profundo que aún es recordado por los antiguos vecinos de la provincia del Huasco.
Al cumplirse cincuenta y tres años de esta desgracia, vaya el recuerdo y homenaje a esos hombres que perdieron su vida trabajando para el progreso de Vallenar y nuestro país.
Sergio Zarricueta Astorga