(… continuación y final)
Con la implantación del “toque de queda” y la cuarentena sanitaria que nos tiene a todos enclaustrados, no son pocos los que añoran los fines de semana, bajo el predicamento aquel que decía… “hoy es viernes y mi cuerpo lo sabe”. La realidad que afrontamos me llevó a recordar aquellos locales de comida, bailables y de recreación nocturna hasta donde acudían los vallenarinos entre los años sesenta al ochenta.
Hasta el 11 de septiembre de 1973 existió el Club Radical Obrero “Justino Leiva Amor”, en el sitio que hoy ocupa la Escuela de Deportes, en calle Prat, al lado del edificio del ex Servicio de Seguro Social. Cómo olvidar las sabrosas parrilladas que allí degustaban los comensales, junto con el buen vaso de vino tinto y la empanada,
Otros dos típicos locales para comer y tomar un buen trago, animados por un juego de dominó, a partir de fines de los años setenta, eran “El Venecia” y “El Capri” cuando estaba en calle Prat, a pasos de la Plaza. El primero de la familia Vicenzot y el segundo de la familia de don Nelson Rojas Q,E,P.D. que hasta el día de hoy ofrece las ricas cazuelas y el buen vaso shopero. Ambos eran locales populares, para la familia y amigos. En “El Venecia”, los domingos la entrada era con derecho a una «Orange, desde las 19:00 hasta las 22:00 horas.
En la calle Prat hubo otros dos locales que fueron del gusto popular, a la hora de pasarla bien con los amigos, sentados en la barra, escuchando las canciones de Lucho Barrios y Palmenia Pizarro: El “Copacabana” (Al llegar a Alonso de Ercilla) y “La Cañada” (al llegar a Verdaguer). En ambos locales, la cosa era de tiro largo. Otros dos lugares populares para ir a comer, tomar y bailar fueron “La Dieciocho de Septiembre” y “Las Gaviotas”, ambos en la población Baquedano y «El Buslén» en Los Canales.
A comienzo de los años setenta se inauguró con mucha pompa el lujoso local llamado “Las Añañucas”, en calle Prat arriba, hasta donde una vez llegó a cantar nada menos que el “Pollo” Fuentes en su pleno apogeo. Poco tiempo duró ese recinto como tal, ya que fue comprado por la comunidad mormona.
A fines de los años setenta y comienzo de los ochenta, aparecieron como lugares de bailes para la juventud de la época “El Tiffany, en Prat esquina Talca, segundo piso del almacén de Blanquita Campusano, el cual desapareció tras un incendio. Años después renació al frente, donde hoy esta Dijon; «Los Troncos Viejos» (hoy está Jhonson), «El Castillo» (actual Galería Bavaria) y la disco “Joe».
En este recuento no podemos olvidar los famosos bailes de «El Club Algarrobo», con los que finalizaba sus olimpiadas anuales que para la ocasión traía a las mejores orquestas tropicales de nuestro país. Durante los veranos, el destino obligado era el «Ninety Four” de Huasco» y en Vallenar la “Piscina Rotaria», donde se lucían los mejores grupos musicales, de la época, como Los Dinamos, Zafary, Los Novis 4, Los Halcones, Sonido Yaiman, Grupo San Carlos, Sonido Galaxia, Exodo y Niebla Purpura.
Pero, nadie podrá negar que los mejores momentos de esparcimiento para muchos jóvenes de la época, fueron los bailes en casas de amigos, con la particularidad que eran “de toque a toque”, en alusión al toque de queda que imperaba en aquellos años. Lo mejor era cuando el dueño de casa apagaba la luz, señal de que venían “los lentos”, para bailar abrazaditos. Cuántos pololeos y matrimonios surgieron de esos bailes, donde no había drogas, violencia ni reggeton.
Aunque no cuadra con lo anterior, un amigo que no voy a nombrar, me sugirió un dar un vistazo a los locales de “las niñas malas”: Boite Dancing (Merced con Erasmo Escala), El Molino Rojo (Avenida Matta), Las Delicias (calle Marañón), “La Tita” (Ercilla) y el más famoso de todos: “El Cinco” de calle Merced. Había varios otros, pero eran de “mala muerte”, según me contaron.
De todo este panorama solo quedan recuerdos, malos y buenos, pero como dice el refrán: “Lo comido y lo bailado no me lo quita nadie”.
DEPARTAMENTO DE COMUNICACIONES Y RRPP
Sergio Zarricueta Astorga
08.06.2O