Por
Arturo Volantines
I
En los textos de Pedro León Gallo podemos atisbar cuál era su sueño. Pedro León, desde niño, fue un notable estudiante; reservado, casi melancólico[1], austero a cabal a pesar de haber nacido en la familia más rica de Atacama. Su abuelo y padre habían sido afanados en el trabajo y en las armas. Por lo que le fue natural, desde el Instituto Nacional, entrar en 1848 a la Guardia Nacional. Después de la gesta de Cerro Grande fue condenado a muerte.
Fueron sorprendentes sus conocimientos literarios. Era intelectual de cepa, en medio de la mejor cultura de Chile, que era la de Copiapó.
Vivió exiliado en Argentina, Estados Unidos y España. Durante su permanencia en Sevilla(España) se integró al mundo literario español.
Tradujo: La leyenda de los siglos de Víctor Hugo, publicada en la Revista de Santiago. También, vertió del francés, el texto filosófico: El espíritu nuevo de Edgard Quinet, que publicó en El Constituyente de Copiapó. Fue amnistiado por el presidente, José Joaquín Pérez, en 1862. La juventud de Santiago lo recibió entre vítores y alabanzas.
Su larga reminiscencia: La Vida de Jotabeche habla de un ciudadano noble, justo, altísimo, que pone los intereses de Atacama por sobre los personales; a pesar de la distancia política con José Joaquín Vallejo reconoce su grandeza. Su artículo en torno a Jotabeche; sus poemas, especialmente el soneto dedicado a Camilo Henríquez y sus traducciones, también señalan su exquisita preparación, su erudición y su acabado conocimiento, primordialmente de la poesía del Siglo de Oro. También, destaca su Oda a O´Higgins.
En su soneto dedicado a Juan Padilla, dice en su primer cuarteto: “Cuanto valor necesitaste y cuanta/ virtud sublime, el claro eterno día/ que hiciste vacilar la tiranía/ que aún de los siglos a través espanta”[2].
Si Pedro León Gallo se hubiese dedicado a la literatura sería memorable, pero prefirió entregar su vida por la gloria de Atacama. Perteneció al “romanticismo” chileno (Cedomil Goic)[3], junto a sus coterráneos: Guillermo Matta y Rosario Orrego.
En otro poema, llamado Susurro, señala: “Espera, que no quiero/ que llegue a sus oídos/ que puede, de su alma,/ temer pérfido olvido./ Dile tan solamente/ que su amoroso hechizo/ grabado está en mi pecho/ incontrastable y fino;/ dile que a sus mandatos/ humilde me resigno,/ que alegro mi tristeza/ amándola sumiso”.
Fue un gran diputado y senador de la república; se dedicó a fundar una nueva corriente política que diera cuenta de los deseos de la Revolución Constituyente. Sus artículos parlamentarios son sólidos; se pueden algunos interpretar mañosamente y descontextualizar por intereses mezquinos de protagonismo y/o por intereses ultraconservadores. Pero, jamás, se podrá desconocer el amor de Pedro León Gallo por Atacama y de su sacrificio ejemplar.
Tal como dice Pedro Pablo Figueroa: se trata de un hombre de superioridad de alma, de inteligencia, de carácter y de patriotismo. El sueño más grande soñado por un atacameño es el sueño de Pedro León Gallo; es el sueño latente de construir la “Nación de los Libres”.
II
CAMILO HENRÍQUEZ[4]
Corazón de volcán, genio profundo
de libertad y de fe, noble patrono;
tú unir supiste, de Jesús al trono
la ley de la razón que eleva al mundo.
El primero, tu labio verecundo
derramó, el saber, con viril tono,
en la mente del pueblo, el rico abono
del sol de Gutemberg, grande, fecundo.
De esa que moras, celestial altura,
hoy que fúnebre ves sin culto el ara;
de la querida patria sin ventura;
cual, en tu vida generosa y clara,
del tirano voraz que la tortura,
libre, oh Camilo, en tu regazo ampara!
[1] Figueroa, Pedro Pablo; Historia de la Revolución Constituyente (1858-1859); Imprenta Victoria, Santiago, 1889; P. 635.
[2] Figueroa, Pedro Pablo; Historia de la Revolución Constituyente (1858-1859); Imprenta Victoria, Santiago, 1889; P. 640.
[3] Goic, Cedomil; Historia de la novela hispanoamericana; Ediciones Universitaria de Valparaíso; Valparaíso, 1974.
[4] Álvarez, Oriel; Atacama de Plata; Oro Impresor, La Cisterna, Santiago, s/f; P. 203.