In MEMORIAM DE DON ENRIQUE LILLO ANTUNEZ   (Q.E.P.D.)

 

Prof. Edgardo Sánchez  Mansilla

(Ex. Académico de la UDA y Director de TEUTCO)

Corren tiempos de soledad.  Nuestros espacios  se han congelado y  estamos viviendo confinados en  los rincones domésticos. No podemos compartir  ni las miradas  ni los abrazos   , ni el pan ni el vino.   Es así que se  nos va don ENRIQUE LILLO ANTUNEZ  sin  ceremonias ni  discursos.,:  sin velas y sin flores. La soledad es también una pandemia de nuestra época  y  la tecnología comunicacional no es  una vacuna de piel   :  no tiene alma .

En estas circunstancias de insociabilidad,  siento el  deber   de escribir ,  – con la motivación de sentimientos profundos de   pena,   afecto, reconocimiento y gratitud-   una semblanza  de este ser  ligado  a la institucionalidad  universitaria   copiapina y  sobre todo  al   curriculum  existencial  de amigos, profesores, estudiantes.

Eran tiempos de dolor y  de terror en nuestra  patria.  .Llegué entonces a esta  tierra desde mi lejano y desmembrado   Chiloé. Don Enrique me abrió una puerta en la Universidad  y  más  aún la ventana de una     personalidad  que  traslucían   los  valores   de la amistad,  de la fraternidad y de  la docencia.

El transcurrir del tiempo me permitió  conocer  un  Enrique Lillo  en varias dimensiones. Un  destacado autor chileno escribió  sobre “Los Hombres del Hombre”.   Así me pareció   don Enrique, pero no por un trauma sicológico, sino por la  riqueza  de su condición humana.

Primero, un ser  común y corriente, hombre que compartía las  bondades de la mesa y  los frutos de la tierra; que compartía con bondad sin límites  su visión  experimentada  de la vida; que   buscaba   el cómo resolver  los problemas  de  colegas y alumnos ; que,  con socarrona tolerancia, aludía  tanto  a las campanadas de la iglesia como a los “cantos de sirena”  de posiciones políticas ajenas a su pensamiento.  En resumen , establecía  – como dice Humberto Maturana- espacios de  convivencia para “ lenguajear , “ , para conversar,  para cumplir con el sentido humano   de aceptar  y querer al otro  como un igual.

El otro hombre Enrique Lillo es el de un  convencido  defensor   de los valores  del humanismo laico, condición que hizo de él , una  personalidad   responsable de acciones fraternas  y  libertarias .Talvez, en la información genética de su   ADN ,  estaban la firmeza de  convicciones  provenientes de su bisabuelo Eusebio Lillo que en la Sociedad de la Igualdad  proclamaba  “la soberanía de la razón  como autoridad”  y “el amor y la  fraternidad como  principios de la moral”. Es allí que  vimos a don Enrique,  en su conducta social  🙁 “por  su obra lo conoceréis”)  coherencia de su acción  con la palabra y con  el pensamiento  .   Somos muchos los  que podemos dar cuenta de ello

Y  una tercera “ versión” de  esta personalidad es la del educador .   Sería  muy extenso  resumir  su actividad en las  áreas de la   creación, administración, dirección   y enseñanza  en  estamentos diversos de la  educación   profesional y  universitaria en Copiapó. Centraré  esta semblanza de Don Enrique   en el período  en que llegué por estos lados. Como he dicho anteriormente, tiempos difíciles  ,  de  temor y terror. Con  la  audacia propia  de su ancestro  convocó a los profesores de la Escuela de Minas para  señalarles que la formación técnica  que se impartía  era deshumanizada   y, por tanto,   era necesario  que  los alumnos  recrearan el espíritu  y los valores  de la sociabilidad   Así fue como se organizan    el Conjunto Folklórico  y  el Teatro de la Universidad Técnica de Copiapó , TEUTCO, y con ello los Tolomiros, las giras artísticas por la región, los estrenos de “Chañarcillo” y “Atahualpa” para conectar la Universidad con la comunidad Hoy sus exintegrantes,  como también generaciones de exalumnos,  recuerdan y comparten  con mucha pena  la partida hacia la Eternidad del profesor Enrique  Lillo.

Desde  esta condición obligada de  encierro físico , me cuestiono :  ,  Usted, don Enrique,  que compartió  el cáliz  de la amistad. hoy  no los acompañan  los amigos ; usted que comulgó   los   valores de la fraternidad no  hay un  ritual  de la Hermandad ; usted  que impulsó objetivos éticos de la enseñanza se va sin  la oración fúnebre de  colegas y alumnos. . Pero tendrá   la compañía de  un cortejo  inmaterial  pero más duradero, la paradoja de un funeral  de la  vida  : la huella que ha dejado de sus valores   -la de Ud., don Enrique –  de hombre  que fue amigo, hermano, maestro. El tiempo es una dimensión limitante cuando la manejamos; pero es  ilimitada  y   trágica en la agonía de la vida   : se va con todo lo que queremos    , pero se queda con lo que necesitamos  para sobrevivir  en la condición que nos hace  más humanos .Gracias, don Enrique. Es tiempo de soledad…

 

COPIAPO, 25 de julio de 2020.

 

 

 

 

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