Bienestar emocional y estrategias para apoyar a nuestros jóvenes

Psicóloga Denise Sznaider

Voluntaria de la Fundación Liderazgo Chile

A propósito de la gran cantidad de espectadores menores de edad de “El Juego del Calamar”, serie que desde su estreno ha cautivado a más de 142 millones de televidentes alrededor del mundo y la cual incluye juegos infantiles que atraen mucho a ese público, se hace necesario destacar lo inadecuado de exponer a menores de 18 años a contenidos con altos niveles de violencia, agresión, maltrato, falta a la moral y abuso de poder.

Es fundamental tomar conciencia y acción sobre el rol protector que como padres debemos asumir, haciéndonos responsables de acompañar, revisar, administrar, restringir y poner límites a los contenidos que están incorporando y consumiendo nuestros hijos frente al tiempo y exposición a dispositivos electrónicos, tales como series, videojuegos, redes sociales, entre otros.

Conocemos los efectos nocivos de los videojuegos en la salud mental de nuestros niños, la ansiedad que les genera, la poca empatía, la normalización del bullying y las nuevas formas de cyberbulling, entre ellas. Cada vez más golpeados y castigados están el vínculo y la comunicación con nuestros hijos, así como las habilidades de conversar, escuchar y mirarse a los ojos como consecuencia negativa de la era tecnológica en la que vivimos, con una tremenda dependencia y adicción al celular nunca antes vista en nuestra rutina, basta preguntar qué es lo primero que hacen al despertar y lo último que ven antes de dormir nuestros niños y no tan niños para comprobarlo.

Tengo un adolescente en casa, ¿cómo lo hago?

Si vives con un adolescente, no creas que se te paso el tiempo de intervenir, al contrario: PACIENCIA y recuerda que cada etapa impone sus propios desafíos y como padres, debemos estar muy pendientes y conectados con cada una de sus necesidades.

Entre los 9 y los 19 años nuestros hijos están dejando sus cuerpos e identidad de niños y se ven e identifican más grandes y maduros. La realidad es que están en tránsito hacia la adultez, la adolescencia significa eso: sufrir cambios, ADOLECER y no está exenta de preocupaciones, incertidumbres, ansiedad, miedos y muchas dudas. Algo complejo, pero clave para los padres, es saber acompañarlos emocionalmente y darles el espacio que necesitan para experimentar y crecer, pero a su vez, no dejarlos solos, ni que se sientan solos tratando de resolver sus conflictos emocionales que, además, los viven con demasiada intensidad.

Esta etapa se caracteriza por la distancia física y emocional que necesitan tomar de sus primeros referentes y por una preponderancia al querer estar con amigos, actuar en forma más bien impulsiva o copiando al grupo, y no tan reflexiva como los papas quisiéramos en muchos casos.

Ningún padre cuyo hijo de 15 años le diga o grite enojado «no te metas, es mi vida…» debe hacer caso omiso, ni tomar esas palabras al pie de la letra, ni sentirse rechazado por su hijo. Por ellos, es importante permanecer cerca de ellos pero respetando las distancias, permitiendo que hagan y se equivoquen, pero estando lo suficientemente cerca como para intervenir si corren peligro o se están exponiendo demasiado.

En este periodo de tantos cambios, donde el grupo de pares tiene mayor influencia en sus acciones, ellos quieres experimentarlo todo y desafían en manada, todo límite para mostrarse invencibles. Pero desconocen o quitan importancia a sus efectos nocivos e irreparables en su proceso de desarrollo vital en el que se encuentran.

Es ahí donde los padres NO debemos hacer la vista para otro lado y permanecer con creatividad y justo equilibrio, modelar e influenciar en la toma de decisiones, con amor, pero firmeza estableciendo límites y negociando con ellos, lo que se puede y lo que no, explicarles los beneficios, pero sobretodo las consecuencias irreparables por acumulación, para su neurodesarrollo en proceso, de, por ejemplo, la ingesta de sustancias, alcohol o contenidos en extremo violentos o inapropiados para su edad.

Preocuparnos de mantener la comunicación y esos espacios de dialogo necesarios para que ellos nos consulten o nosotros preguntarles sin invadirlos, en los que puedan encontrar el apoyo que necesitan para transitar de la manera más saludable, sana y acompañada esta crucial y difícil etapa de crecimiento.

 

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