Por: Rodrigo Rojas Veas
Rector Universidad Santo Tomás, Copiapó
En un marco de las expectativas que hace largo tiempo presenta la ciudadanía que espera que se produzca un mayor crecimiento económico luego de años más bien planos, en estos días el país asiste con cierta perplejidad a la evolución de los indicadores de la actividad de corto plazo y a noticias que dan cuenta de las contradicciones de los mismos, los que oscilan entre lo alentador y lo desalentador, a saber:
Noticias desalentadoras…
. – Rebaja en la clasificación de riesgo país por parte de la agencia Moody´s provocada por el aumento de la deuda pública y el consecuente mayor déficit fiscal.
. – Cierre de la planta de Iansa en Linares que afectará a numerosos trabajadores directos y proveedores de servicios y por extensión a sus familias.
. – Amenazas de guerra comercial entre Estados Unidos y China que podría tener significativos impactos para el resto del mundo.
Noticias alentadoras…
. – Las ventas del comercio minorista en la Región metropolitana crecieron en un 6,1% en junio.
. – Las ventas de automóviles han sido las más altas en los últimos años proyectándose que superaran las 400.000 unidades este año 2018.
. – La cadena supermercadista Walmart informó que abrirá 50 nuevos locales y creará 4000 nuevos puestos de trabajo al 2019.
De dulce y de agraz…
En una aproximación regional la expectativa está en que la minería vuelva a mostrar signos de vitalidad, particularmente a través de los esperados anuncios de nuevas inversiones que recuperen la actividad en nuestro territorio y que reimpulsen el empleo, indicador que muestra un bajo desempeño constituyéndose en una de las principales preocupaciones de la sociedad atacameña.
Pero más allá de los datos de la coyuntura y del corto plazo, conviene poner atención a una tendencia que se viene expresando con fuerza en el mercado laboral en los últimos años y que amenaza con cambiar dramáticamente la composición del mundo del trabajo, al menos como la habíamos conocido hasta hoy. Este fenómeno es el de la automatización, el que no debe ser visto como una cuestión del futuro sino ya del presente.
Para dimensionar la magnitud de esta tendencia podemos citar un estudio de la OCDE que concluye para Chile que “el trabajador del país tiene una probabilidad de 55% de ser reemplazado por máquinas. Más del 30% de los puestos del mercado nacional tiene un riesgo de entre 50% y 70% de ser sustituido por la tecnología”.
La vulnerabilidad de los trabajadores chilenos ante la creciente automatización debe hacernos reflexionar para abordar las tareas que permitan mitigar los efectos que inevitablemente este proceso tendrá en el mercado laboral chileno.
El estudio de la OCDE hace un llamado a los países a “fortalecer sus políticas de aprendizaje adulto para preparar a su fuerza laboral para los cambios en los requisitos laborales que probablemente enfrentarán”.
Por tanto, mas allá de los datos y cifras actuales el país debería trabajar para ir prospectando los escenarios que se pueden dar y que afectaran la realidad laboral en no más de 5 años. Ya no solo la preocupación debe ser recuperar los niveles de inversión y crecimiento que son condiciones necesarias, pero no suficientes para garantizar el desarrollo entendido como el acceso de la población a niveles mínimos de bienestar sostenibles y sustentables en el tiempo.