En los últimos años la educación de nuestro país se ha transformado en el centro de la discusión y en el principal motor de los cambios que nuestra sociedad quiere impulsar. Sin embargo, la inmigración ha puesto sobre la mesa otro elemento que ha despertado un sin número de opiniones dejando de lado la más importante: la interculturalidad de la educación en nuestro sistema.
En educación, todas las diferencias se consideran enriquecedoras por lo que diversidad, diferencia y desigualdad serán nuestro punto de partida en esta reflexión. Los seres humanos somos diferentes biológica, social y culturalmente, así como por la singularidad de contextos en los que vivimos y la asimilación que hacemos de los mismos. Somos y existimos por la diversidad biológica; gracias a la diversidad cultural (distintas lenguas, costumbres, etc.) existen las sociedades.
Hoy requerimos de una mirada inclusiva donde la interculturalidad pueda asomarse como alternativas de integración. La interculturalidad no puede ser solamente una forma retórica o políticamente correcta de hablar; es una educación para todos y no sólo para las minorías o los inmigrantes y propone una práctica que sitúe las diferencias culturales de individuos y grupos como foco de la reflexión y la indagación. Su objetivo es dar respuesta a la diversidad cultural propia de las sociedades democráticas desarrolladas desde premisas que respetan y/o valoran el pluralismo cultural y que se contempla como riqueza y recurso educativo ayudándonos a alcanzar el camino hacia la inclusión desde el respeto de sus propias diferencias y de las de los demás. El desafío es apostar por una educación interculturalmente inclusiva, continua que repiensa las relaciones de la comunidad educativa, que está dispuesta a reconstruir su identidad y que implica una filosofía de la educación basada en la equidad que valora las diferencias. Todas aquellas medidas que apunten a desarrollar la interculturalidad deben responder a las necesidades concretas de cada persona y no a colectivos particulares, sin olvidar el objetivo común de la inclusión de todo el alumnado, proporcionándole todo aquello que necesitará para crecer. La Educación Intercultural y la inclusión educativa no son una meta, sino un proceso, una forma de enseñar y aprender, en definitiva, una forma de estar, ser y hacer educación.
Cristián Pérez Marín
Director de Formación e Identidad Sede Copiapó