BUSCANDO A LA CANTINERA DE LA REVOLUCIÓN CONSTITUYENTE TERESA GALLO DE GUEVARA

 

Por Arturo Volantines

La familia Gallo Goyenechea es inmensa y abarca a presidentes, senadores, escritores, millonarios y revolucionarios. Sin embargo, solo dos de los hermanos Gallo Goyenechea[1] tuvieron descendencia: Miguel y María Quiteria. Hubo una demanda vana en los tribunales para que Pedro León Gallo reconociera a sus hijos: Pedro José, Enrique, Pedro León y María Elisa. Por lo anterior, la riqueza de esta familia se concentró en los hijos de Miguel; ya que los hermanos Gallo Goyenechea, finalmente, dejaron principalmente sus herencias a sus sobrinos: Gallo Montt y sus descendientes.

El texto: Presencia de la mujer chilena en la Guerra del Pacífico[2] de Paz Larraín Mira es un libro con muchos aciertos y con algunos errores y omisiones, donde se pasa revista al ser y heroísmo de las cantineras. Otro texto: Flores en el desierto, Desafíos y liderazgo de la mujer en la transformación del mundo[3] de Rocío Trejo Miranda, dedica un acertado capítulo a las cantineras.  Señala: “Estos actos de heroísmo de la mujer chilena, que se observaron en toda la escala socioeconómica de la época, se volverían a repartir en el transcurso de la historia nacional, cuando estas lucharon, más adelante, por su educación, por sus derechos civiles y políticos y por el derecho a trabajar” (2013, p. 152). Cierto, que ninguna de estas autoras estaba al tanto del heroísmo e importancia de Teresa.

Hay tremendos misterios en torno a Teresa. Ella fue la cantinera a cargo de bagaje en la Revolución Constituyente. Luchó, codo a codo, en la batalla de Los Loros. Atendió diligentemente a Pedro León Gallo y le curó sus heridas. Vive desde entonces, entre el humo impalpable y la devoción de pocos por el patrimonio de Atacama. En el texto: Historia de la Revolución Constituyente (1859 – 1859)[4], dice, Pedro Pablo Figueroa: “La cantinera Teresa de Guevara, corría de un lado a otro de la línea, en medio de aquel diluvio de balas, sirviendo agua y municiones a la tropa” (1889, P. 378).

De regreso de la contienda, reapareció en La Chimba de Copiapó, donde cuidaba a Candelaria Goyenechea. Y, después de la Guerra del Pacífico y de la muerte de Candelaria, aparentemente, se fue a Iquique.

Hay suficiente información para saber que Miguel Gallo Vergara era enamorado. Fue asiduo y muy atento con Flora Normilla; su “habilitador” en Los Pajonales, cerca de Chañarcillo y de El Molle (al sur de Copiapó), donde tenía faenas mineras. Ella le respondía con quesos y promesas, que él no escuchó. Incluso, le ofrecía su tesoro en su lecho de muerte.

Hubo muchas mujeres comprometidas con la Revolución Constituyente. Ninguna tan legendaria como Teresa: llevaba el peso de combatir, alimentar, cuidar a los heridos de las tropas. En el texto: Revolución Constituyente 1859 – 2009; Tributo a Pedro Pablo Muñoz Godoy, Comandante de los Igualitarios[5], dice, Nélida Baros: “Si Candelaria consideraba a Teresa parte importante de su existencia, significa que la muchacha conocía algo de aquella conversación, por lo consiguiente no le extrañaba ver entrar y salir gente en la hacienda, mineros, hombres acaudalados que hablaban de sus derrotas por los bajos precios del mineral, u otros que esperaban ser protagonistas en los cambios sociales y políticos, dispuestos siempre a ofrendar sus vidas si fuera necesario por sus ideales” (2009, p. 116).

Fueron muchísimos los heridos en la batalla de Los Loros y en Cerro Grande. Se luchó con bravura y arma blanca. Teresa fue soldado, madre y consuelo para los agónicos. Basta ver la profunda herida del manco José Antonio Moreno, que perdió casi totalmente el brazo derecho. Era bella, decidida y culta, aunque tenía poca educación formal. Sabía leer y escribir. Se volvió un símbolo para las cantineras de Atacama en la Guerra del Pacífico, como son, los casos, de Filomena Valenzuela y Carmen Vilches, entre otras.

También, es muy bien consignada por Mario Bahamonde en su Caudillo de Copiapó[6], donde la atisbaba así abeja: afanada con Candelaria cuando esta borda la bandera constituyente. Es capital para este asunto, que allí la ven: el secretario de la intendencia y de la revolución, José Nicolás Mujica y del coronel Olegario Carvallo, hombre clave en la revolución y en la devoción por Pedro León Gallo. Después que volvió a Chile, Olegario Carvallo siguió siendo nombrado como el “coronel” por sus paisanos hasta final de ese siglo, y, le señalaban, que estaban listo para reiniciar la revolución. Dice, Mario Bahamonde: “Ahora precisamente en casa de don Olegario [Carvallo], junto con don Juan [José] Nicolás Mujica, miraban cómo doña Candelaria Goyenechea, señora tan familiar, bordaba la estrella dorada al centro de la bandera azul. A su lado estaba Teresa Guevara, quien era mucho más que una sirvienta o una mucama, porque la vida entera había permanecido a su lado adivinándole casi lo que deseaba” (1977, p. 8).

En la obra de Pedro Pablo Figueroa se le nombra varias veces como Teresa de Guevara. También, se consigna su situación respecto a los Gallo. Indudablemente, se trata de una hermana no reconocida legalmente como Gallo. Se trata de una hija fuera del matrimonio y que, sin embargo, fue acogida como era costumbre en las casas patronales de la época. Dice, Pedro Pablo Figueroa: “La cantinera: una valiente mujer acompañó al ejército desde Copiapó, como vivandera, en la travesía del desierto, en las batallas y el destierro, la cual alienta vida vigorosa aun en la ciudad Marítima de Iquique, llamada Teresa de Guevara// Joven, favorecida con dones peregrinos por la naturaleza, había sido víctima de la sociedad y para redimirse abrazó la causa de la revolución constituyente, convenciéndose por el patriotismo en hermana de la caridad” (1889, p. 346).

Pero, en el prólogo del libro: Epistolario de Miguel Gallo Goyenechea (Centro de Investigaciones Diego Barros Arana)[7], Pilar Álamos Concha —que había hecho su tesis de grado en la vida y la obra de Candelaria Goyenechea—, denota la clase de parentesco que tenía Teresa con los hermanos Gallo. O sea, sostiene claramente que es una media hermana. Expresa: “Solo aparecen quince muy afectuosas [Cartas] firmadas por “tu hermana” Teresa Gallo, entre los años 1859 y 1863. Esta hermana no figura en los registros parroquiales, lo que hace presumir que se trataría de una hija natural de Miguel Gallo Vergara. Esto se desprende de la carta en la que Teresa le escribió” (2007, p. 22). Obviamente, que no surge en la partición de la fortuna de Miguel Gallo Vergara ni tampoco, muchos años después, en la de Candelaria Goyenechea.

Por las mismas cartas, se desglosa el cariño inmenso que le prodigaba a Miguel Gallo Goyenechea —el tercero de los nueve hijos—; pero, también, queda claro las dificultades económicas que ella tenía, entre medio de esa inmensa fortuna de los hermanos legales. Acude a su hermano, por ejemplo, para zafarse de un juicio angustiante por una propiedad; o cuando, en otra carta, muestra su amor por el entorno floral de San Francisco de la Selva. Claro, La Chimba copiapina era pajarera, fértil y el río cantaba entre los frutales.

Mucho más elocuente y aclarador es, en cuanto al hecho parental y a la situación social de la misma, la carta que le envía desde Copiapó a su hermano Miguel, el día 11 de septiembre de 1861: “He tenido el gusto de ver a Tomás [Gallo Goyenechea] nuestro hermano, lo he tenido de visita varias veces en casa desde que ha venido, gusta de mi jardín y me ha ofrecido las plantitas que yo quiera de Chamonate [al oeste de Copiapó], te digo porque creo que tu tendrás gusto en esto, conozco tu carácter que te gustará que esté apreciada por mis demás hermanos ya que tú no estás aquí que siempre me has distinguido y lo mismo yo, también te diré que Tomás ya no es flojo para levantarse todos los domingos desde que llegó ha oído misa no te parece muy bien? No dejes de escribirme porque deseo saber de ti y de los niños a los que saludarás a mi nombre. La señora mi madre te saluda y que es excusado decirte lo mucho que te recuerda, pues no se pasa día que no me convide a rezar juntas para que Dios te conserve bueno y contento juzga tú con que placer no le admitiré yo su convite y tengo gran satisfacción verla rogar por ti diariamente” (2007, p. 456).

Innegablemente el ser hija fuera del matrimonio, ha sido también signo maldito contra ella, ya que el desconocimiento o velo se ha mantenido hasta hoy sobre su vida y sus hazañas. Ser hijo natural, o sea, fuera del matrimonio, ha sido muy perjudicial e impositivo en la historia de Chile, tal como lo señala en su texto Gabriel Salazar: Ser niño “huacho” en Chile (siglo XIX)[8]. Y, doblemente, si se es mujer, en nuestra sociedad patriarcal y centralista.

Las cartas de Teresa a Miguel —entre más de 500 de este epistolario—, vienen no solo aclarar mucho el mundo social de esa época excepcional de Copiapó: de su minería, de sus costumbres y de la vida cotidiana de esta familia tan influyente. Particularmente, las cartas, entre estos dos hermanos y con los otros familiares y relaciones, asimismo ayudan mucho, no solo a conocer el entorno fundacional en que se nutrió Pedro León Gallo, sino de la importancia de Teresa: del amor por su familia y del dolor que significaba el ser mujer y no estar reconocida legítimamente.

La historiografía tiende a olvidar el papel de la cantinera en la guerra. La propia lucha de la mujer por la igualdad de género ha ido descongelando la profundad verdad de su importancia en el desarrollo de los conflictos bélicos, especialmente en Chile. Para ganar batallas, ha sido significativo el papel de la cantinera; estimulante como en la obra de Eugéne Delacroix: La libertad guiando al pueblo. Si la primera cantinera elegiaca de Chile es Candelaria Pérez, por su participación en las batallas de Pan de Azúcar y Yungay[9]. Indudablemente, Teresa Gallo le sigue; e, incluso, esta era más que una escueta cantinera, porque fue parte del crisol en que se sostenía el Ejército Libertador del Norte.

Teresa Gallo de Guevara es uno de los sujetos históricos más divergentes de Atacama. Viene a demostrar, que debajo del óxido y olvido, sigue enterrado el patrimonio atacameño: pujando para salir. Además, es del levantamiento de un género que ha sido subalterno a la hora del reconocimiento. Por esto mismo, Atacama, a lo menos, le debe un reconocimiento. Teresa es gran estímulo para las nuevas generaciones en cuanto a la igualdad de género. Y, sobre todo, porque fue precursora no solo en el amor por el Norte Infinito, sino ejemplo de patrimonio: constructora de imaginario social, identidad y arriesgo de futuro.

Indudablemente, creo, que el enmascaramiento que ha operado en la bibliografía de Teresa Gallo de Guevara es por el pecado local respecto al patrimonio y al lastre de las diferencias sociales patriarcales —que afortunadamente se vienen trizando— de la institucionalidad chilena, sino ¡claro! otro Gallo cantaría. Sin embargo, el mejor prosista de la historia literaria del norte, Mario Bahamonde, pone a Teresa en el lugar correspondiente, cuando dice: “Teresa [Gallo de] Guevara, su nombre, ascendió por el corazón heroico como la nueva bandera copiapina” (1977, p. 37).

 

[1]                José Manuel, Tomás, Miguel, Ángel Custodio, Pedro León, Juan Loreto Guillermo, Víctor Félix, Antonio María y María Quiteria.

[2]                Larraín Mira, Paz; Presencia de la mujer chilena en la Guerra del Pacífico; Editorial

[3]                Trejo Miranda, Rocío; Flores en el desierto, Desafíos y liderazgo de la mujer en la transformación del mundo; JC editor; Santiago, 2013.

[4]                Figueroa, Pedro Pablo; Historia de la Revolución Constituyente (1858 – 1859), Escrita sobre documentos completamente inéditos; Imprenta Victoria, de H. Izquierdo y Ca.; Santiago, 1889.

[5]                Volantines, Arturo y otros; Revolución Constituyente 1859 – 2009; Tributo a Pedro Pablo Muñoz Godoy, Comandante los Igualitarios; Ediciones SPPMG.; 2009, La Serena.

[6]                Bahamonde, Mario; El caudillo de Copiapó; Editorial Nascimento; Santiago, 1977.

[7]                Álamos Concha, Pilar; Epistolario de Miguel Gallo Goyenechea, Fuentes para la historia de la república, volumen XXVIII; Cetro de Investigaciones Diego Barros Arana; Santiago, 2007.

[8]                Salazar, Gabriel; Ser niño “huacho” en la historia de Chile (siglo XX); Editorial Lom; Santiago, 2006.

[9]                Guerra contra la confederación Perú – boliviana (1839).

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