POR LAS REDES DE LA INDIGNACIÓN Y LA ESPERANZA

 

Rene A. Funes Montaner

Durante semanas se han sucedido en Chile, continuas y crecientes manifestaciones populares contra el gobierno del Presidente Sebastián Piñera, y, contra el sistema neoliberal imperante, en que nuestra civilidad cansada e indignada de los abusos y la profunda desconexión de la clase política, y en particular de este gobierno con la ciudadanía, hoy lucha por sus reivindicaciones sociales, exigiendo un país más igualitario, más justo y solidario para todos y con todos.

El gobierno, equivocadamente pensó que el natural desgaste del movimiento, lo llevaría a extinguirse sin mayores complicaciones. No ocurrió así. La pugna social, incubada por los estudiantes, fue acumulándose en la olla a presión ciudadana y el estallido se produjo el 20 de octubre con movilizaciones en todo el país, exigiendo cambios estructurales, dos días después que Sebastián Piñera hablara de Chile como “un oasis en la América del Sur”, para culminar, en su primera etapa, con la marcha multitudinaria más grande de la historia de nuestro país, el sábado 26 de octubre de 2019.

Estallido social, inoperancia de las instituciones, terrorismo, delincuencia, demandas ciudadanas insatisfechas y otros calificativos tienen cabida para describir aquello que ha acontecido recientemente y las realidades que lo han gatillado. Sobre esos temas se ha dicho mucho. De lo que se ha argumentado menos es sobre la incorporación de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) en el seno de los movimientos sociales de nuestro país.

Hoy no podemos negar que frente al agotamiento de la política tradicional y a la perdida de representatividad de los partidos políticos en general, hoy, estamos ante la presencia de movimientos sociales que exhiben en sus prácticas políticas, una serie de rasgos, que representan un quiebre con respecto a formas de actuar en el pasado. Podemos caracterizar esta nueva práctica a partir de algunos elementos:

1) Se organizan y movilizan, en torno a valores culturales, es decir, amplían sus reivindicaciones más allá de intereses de clase o intereses de carácter sectorial.

2) Reemplazan el vacío dejado por el declive y la crisis de los partidos políticos chilenos verticalmente integrados: los partidos tradicionales operan como maquinarias clientelistas en función de los periodos electorales y otras organizaciones (sindicatos, asociaciones formales de ciudadanos, etc.) se tornan ineficientes en términos de la participación ciudadana en la medida en que persisten en mantener una organización y un modelo de comunicación vertical, burocrático y rígido.

3) Asumieron un carácter regional, nacional y global: Plataformas como Youtube, Instagram, Facebook y Twitter permiten que las movilizaciones de Chile se conecten con ciudadanos de todo el mundo, y puedan transmitir las movilizaciones en línea y en directo a una audiencia global. Así, los problemas locales se convierten en preocupaciones globales. Un claro ejemplo de esto es, la intervención «Un violador en tu camino» del colectivo chileno Las Tesis. Una performance que busca dar visibilidad a la violencia de género, y que tras el estallido social ha ganado enorme notoriedad fuera de nuestro país, y se está replicando en distintos países y ciudades del mundo, como Madrid, Amsterdam, París, México, Sydnei, etc.

El uso y apropiación de las TIC y la configuración de redes por parte del movimiento social, ha contribuido, junto con otros factores al surgimiento de una esfera pública cualitativamente diferente. Instagram, Twitter y otras redes sociales son protagonistas de las movilizaciones que desde hace más de dos meses mantienen a Chile en una crisis social sin precedentes, sea cual sea la postura ante las protestas y el «hashtag» que la acompañe, la organización y convocatoria de las movilizaciones, se gesta en esas plataformas: #Chiledespertó, #ChileQuiereCambios, #ChileViolaLosDerechosHumanos, #Noestamosenguerra, #Piñerarenuncia y #Chadwickrenuncia, #lamarchamásgrandedeChile.

Las redes sociales se han convertido en una herramienta clave para la comunicación interna en las movilizaciones, Todos ellos se han vuelto un espacio de creación, organización y sobre todo representación para los sectores de la población que han dejado de identificarse con los partidos políticos más tradicionales. Estos procesos constituyentes en curso, postulan un modo de organización, de interacción y un programa de acción de carácter novedoso en coincidencia con el fundamental papel de las TIC en su composición y desenvolvimiento El uso de las nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación, ha generado en el movimiento social, una mayor capacidad de coordinación y ha permitido a organizaciones con menos recursos alcanzar una buena parte de la población a través de Internet alcanzando en su interacción una socialización del conocimiento y creación de lazos afectivos, logrando que estas características encuentran un ámbito donde pueden potenciarse y cristalizarse en una organización dinámica, desde (y mediante la cual) se organizan como grupo y como contra-poder, superando esa limitación espacio-temporal efímera que condiciona a la multitud en pos de un proyecto colectivo y reflexivo a mediano o largo plazo. De este modo, los nuevos movimientos sociales no se limitan a un uso instrumental de la red, sino que se identifican y son parte de ella

El politólogo español, Ramón Cotarelo García Catedrático de Ciencia Política y de la Administración de la UNED, plantea en su libro “La política en la era de Internet” lo siguiente: “la importancia de la red es que se suprimen las barreras físicas al ejercicio ciudadano del derecho a estar informado acerca de la gestión de la cosa pública” (Cotarelo:19), lo que facilita que el debate político sea influido cada vez en mayor medida por lo que plantea la sociedad civil en el ciberespacio (retorno al debate teórico en la red), y se den pasos para democratizar el debate parlamentario y el gobierno electrónico. Es decir, que “la red ha dado voz a los sin voz, los ha hecho visibles, le ha dado un lugar al sol” (Cotarelo:107), puesto que “la acción política a través de la red tiene una resonancia, un alcance, una rapidez y una flexibilidad muy superiores a las formas tradicionales de actividad política” (Cotarelo:141).

La irrupción del Internet, y el uso de las redes sociales por las movilizaciones en nuestro país, ha producido un violento cambio de paradigmas en la balanza del poder político, y hoy el gobierno de Sebastián Piñera, se encuentra paralizado, su agenda de gobierno destruida, no tiene capacidad de análisis, incluso en parte, se le ha despojado del poder de subordinación al poder civil de las Fuerzas Armadas, cuando los militares temerosos de verse involucrados en causas judiciales por violaciones a derechos humanos, se negaron a seguir la orden del Presidente de decretar un nuevo Estado de Emergencia. Anteriormente ya el Jefe de la Defensa Nacional, General de Ejército Javier Iturriaga, había expresado «Yo soy un hombre feliz, no estoy en guerra con nadie», desmintiendo al Presidente Piñera cuando declaró «Estamos en guerra contra un enemigo poderoso, implacable.”

Hoy, a 53 días de movilizaciones sociales en que junto a movilizaciones pacíficas irrumpieron fuerzas político-delictivas que desataron una ofensiva de violencia y destrucción nunca antes vista en Chile, los datos muestran a un Presidente con bajísimos niveles de aprobación por su falta de sintonía y gestión de la crisis política. Por la reacción tardía y falta de comprensión de la magnitud del problema que exigía empatía y oportunidad. La crítica evaluación no refleja, sin embargo, solo su desempeño, sino la visión del sistema político en general que se personaliza en las autoridades políticas. Esto es rechazo al poder y a sus representantes. Su aprobación está en un dígito, sin que se vislumbre un repunte.

¿Podrá asegurar la gobernabilidad democrática durante los dos años que le restan de mandato el Presidente Piñera?

¿Cómo resolverá el problema de ineficacia gubernamental para el tratamiento de los problemas sociales?

¿Podrá el Presidente de asegurar el orden público, con el actual desgaste operativo e institucional de Carabineros?

¿O habrá pasado Piñera, de ser parte del problema a ser él el problema?

Sea cual sea la salida a la crisis política, social y económica que hoy nos aflige como país, nada será igual el día de mañana, y no estoy pensando en la recuperación de las infraestructuras destruidas, creación de nuevos empleos, recuperación de la economía, etc.

Hasta antes que estallaran las manifestaciones sociales, los procesos de transformaciones del siglo XXI los pensábamos y evaluábamos sólo con los criterios de “viejas teorías”, en la incertidumbre, el no saber hacía donde íbamos. La sensación de estar cabalgando en una transición permanente en donde cohabitaban viejas normas y nuevos valores, viejas y nuevas estructuras, de la mirada de corto plazo, del vivir el presente sin imaginar y sin ir construyendo el futuro.

Sin embargo, cuidado…la irrupción de los movimientos sociales fuertemente empoderados en sus derechos, exigencias y apoyados por la tecnología, los convierten en un nuevo poder que ha llegado para quedarse. Desde luego son muchos y muy complejos los retos que los movimientos sociales tienen por delante, como el de aportar esa mirada hacia el futuro generando innovaciones en el presente, de reflexión y de práctica que deben permitir la autodeterminación del sujeto construyendo una democracia más participativa, el control sobre los procesos sociales y políticos, el dirigir y poder controlar nuestras propias vidas. La mirada hacia el futuro nos permite reflexionar con esperanza sobre los desafíos y los obstáculos que tenemos por delante, conduciéndonos a la tarea de explorar nuevas perspectivas, buscar herramientas para entender lo inédito y salir de la perplejidad generada ante fenómenos sin forma definida y en constante mutación.

 

COPIAPÓ, diciembre 9 de 2019

 

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