La pasada de cuenta a la legitimización de la violencia.

Aunque no se quiso escuchar, es evidente que el recurso a la violencia (o su legitimación) unido a los excesos de la mayoría en la Convención Constitucional, le iban a pasar la cuenta a la izquierda. El ciclo de “la revuelta” se acabó.

Por cierto, también las coaliciones de la transición, tanto de derecha como de centroizquierda empiezan a quedar en el pasado. Los partidos de la derecha tradicional (UDI, RN) no pudieron sostener a un candidato con clara vocación de centro y el partido socialista terminó de sellar su “corrida” hacia la izquierda, que empezó el día de la inscripción de las primarias.

Lo que viene ahora es el esfuerzo de ambas candidaturas por desdecirse de lo que ha sido su discurso por diez años y ofrecerle al país algo parecido a lo que abjuraron: cambios en paz, acuerdos, equilibrio fiscal, grandes mayorías, gobernabilidad, entre otros conceptos que buscarán empatizar con los sentimientos de los electores de centro y los enojados con el sistema que son los que definirán el balotaje.

Mientras tanto, la nueva conformación del senado y la cámara de diputados pone un freno a los empeños de la mayoría de los y las constituyentes por saltarse las reglas. Si no reconocen esa realidad, arriesgarán un desastre mayor en el plebiscito de salida. La soberbia siempre es mala consejera, pero en este cuadro, es patética.

Tan importante como lo anterior, es el hecho que, en la nueva composición de la cámara de diputados, habrá una fuerza bisagra con suficiente poder para -si tiene disciplina- decidir el destino de las iniciativas legales.

Construir una mayoría en segunda vuelta no es un asunto de programas. Es asunto de actitud, de discurso y de lenguaje. No todos, ni la mayoría, son “compañeras o compañeros”. Incorporar nuevas fuerzas a una campaña no requiere transformarse en lo que uno no es, pero sí supone algunas renuncias y aclarar posiciones que parecen más extremas, para dar confianza a quienes prefirieron votar por otros en la primera. Entre estos temas está la libertad de expresión, el pluralismo, la violencia, los derechos de la mujer, los derechos humanos, los impuestos.

El balotaje será de espanto. Como nunca desde la recuperación de la democracia el país estará dividido en bandos que están en las antípodas, divisiones que, de no mediar una intervención relevante de las opciones de centro, podrían acrecentarse y rigidizarse al punto de construir un verdadero abismo entre los chilenos.

Ese escenario sería el mejor caldo de cultivo para el autoritarismo y el populismo, tentaciones que están demasiado a la mano de ambas candidaturas. Impedirlo, depende de quienes fueron derrotados en la presidencial, que, para ambos lados, mantienen una fuerza decisiva en el Congreso Nacional y son imprescindibles para construir mayorías.

 

Por Ricardo Brodsky

Ex-ante

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