MIEDO, GRITOS, SUDORACIÓN: ¿CÓMO APOYAR A MI HIJO SI SUFRE DE TERRORES NOCTURNOS?

Comúnmente confundidos con las clásicas pesadillas, estos trastornos del sueño afectan principalmente hasta a un 40% de los niños, quitándoles la oportunidad de dormir de forma normal. Según explicó Camila Concha, psicóloga de Clínica Las Condes, “la persona tiene un parcial despertar de una etapa profunda del sueño que va acompañada de una sensación de angustia, de miedo muy profunda, pero en donde no está despierto”.

Los sueños y pesadillas nocturnas son algo común mientras las personas duermen, especialmente en los más pequeños. Estas manifestaciones son comúnmente confundidas con miedos nocturnos, un tipo de trastorno diferente que se hace presente a edad temprana.

Sobre esto se refirió Camila Concha, psicóloga de Clínica Las Condes, quien explicó que “los terrores nocturnos se encuentran dentro de la categoría de trastornos de sueño y vigilia. Son específicamente alteraciones del normal desarrollo del sueño. En cuanto a la fenomenología, corresponde a un episodio en donde la persona tiene un parcial despertar de una etapa profunda del sueño que va acompañada de una sensación de angustia, de miedo muy profunda, pero en donde no está despierto”.

Según datos entregados por la especialista, cerca de un 40% de los niños tienen algún tipo de terror nocturno, por lo que no pueden disfrutar del todo sus horas de sueño. Sin embargo, estos problemas van desapareciendo a medida que se acerca la adolescencia.

La psicóloga agregó que “las señales físicas de los terrores nocturnos pueden parecer alarmantes para los padres o cuidadores, ya que es usual que los niños se incorporen sentándose en la cama o emitan gritos agudos y atemorizantes. Estos episodios pueden durar segundos e incluso minutos en donde se hace difícil contenerlos en esa situación”.

Dentro de las expresiones más comunes de un terror nocturno, se encuentran las siguientes:

  • Miedo intenso.
  • Un grito atemorizante.
  • Sentarse en la cama.
  • Mirada fija, con los ojos muy abiertos.
  • Sudoración, aumento en la frecuencia respiratoria, taquicardia, cara ruborizada y las pupilas dilatadas.
  • Pueden patear o pegar.
  • Dificultad para despertar.
  • No recordar el suceso a la mañana siguiente o tener pocos recuerdos del sueño.
  • A veces los niños salen de la cama, o tienen una conducta agresiva si se le impide el paso o se les trata de contener.

¿Qué rol deben cumplir los padres si su hijo sufre de temores nocturnos?

Al tratarse de un trastorno tan común en menores de edad, una de las preguntas a realizarse es cómo los padres pueden ayudar a sus hijos si tienen estos cuadros de terror nocturno.

“Durante el episodio mismo, si eres mamá o papá y tu hijo tiene un terror nocturno, es importante no despertarlo, porque hacerlo puede generar más confusión, desorientación y puede ser contraproducente. Es conveniente acompañar este proceso y cuando el niño se vuelva a dormir quizás ya arroparlo, contener un poquito, demostrar cercanía, aunque no se despierte”, señaló al respecto la profesional Camila Concha.

La especialista también afirmó que es importante intentar descubrir la razón de estos temores nocturnos, por lo que la recomendación entregada a los padres es informar estos episodios en los controles pediátricos del hijo, independiente de si suceden poco o muy a menudo. Además, si los síntomas van acompañados de sonambulismo o movimientos bruscos, es importante estar atentos a que el menor no se haga daño si comienza a deambular por la habitación o a autoinfligirse daño mientras está en este estado.

En caso de que los episodios sean muy repetitivos, la experta aconsejó a los padres a intentar llevar un registro de ellos, con el objetivo de ir identificando la hora aproximada en la que pueden ocurrir. “Una vez que ya se tiene cierta información, se puede despertar al niño entre una hora o veinte minutos antes de que ocurra y, por ejemplo, llevarlo al baño, algo no muy largo y que luego vuelva a dormir. Esto puede servir para evitar el terror nocturno”, dijo al respecto.

Finalmente, la psicóloga señaló que será necesario visitar a un especialista cuando estos sucesos ocurren de forma muy recurrente o si vienen acompañados de autoagresiones por parte del menor, ya que, en ambos casos, esto puede afectar la funcionalidad del niño o seguir incluso durante la adolescencia.

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